23 de diciembre de 2010

Santiago Sierra y los premios


El pasado 5 de noviembre, Santiago Sierra renunció al “Premio Nacional de Artes Plásticas” que el día anterior le había concedido el Ministerio de Cultura español.
Tomamos de contraindicaciones  la carta original:


Madrid, Brumaire 2010

Estimada señora González-Sinde,


Agradezco mucho a los profesionales del arte que me recordasen y evaluasen en el modo en que lo han hecho. No obstante, y según mi opinión, los premios se conceden a quien ha realizado un servicio, como por ejemplo a un empleado del mes.

Es mi deseo manifestar en este momento que el arte me ha otorgado una libertad a la que no estoy dispuesto a renunciar. Consecuentemente, mi sentido común me obliga a rechazar este premio. Este premio instrumentaliza en beneficio del estado el prestigio del premiado. Un estado que pide a gritos legitimación ante un desacato sobre el mandato de trabajar por el bien común sin importar qué partido ocupe el puesto. Un estado que participa en guerras dementes alineado con un imperio criminal. Un estado que dona alegremente el dinero común a la banca. Un estado empeñado en el desmontaje del estado de bienestar en beneficio de una minoría internacional y local.
El estado no somos todos. El estado son ustedes y sus amigos. Por lo tanto, no me cuenten entre ellos, pues yo soy un artista serio. No señores, No, Global Tour.

¡Salud y libertad!


Santiago Sierra


Lo infrecuente del hecho da que pensar. Vamos a dar alguna vuelta  al tema de los premios, aunque sea entrando por la ventana y saliendo por la chimenea.
Si Santiago Sierra no está dispuesto a asumir las servidumbres que conlleva un reconocimiento como el concedido, pensamos que no es malo, ni bueno, ni plausible, ni deplorable, ni oportunista, ni etc., sino simplemente normal que lo rechace.
Da igual las razones que alega, podían ser otras. Son las suyas; él lo piensa o lo siente así.
"Este premio instrumentaliza en beneficio del Estado el prestigio del premiado" dice, y pensamos que todos los premios en general sirven a intereses de quien los otorga.
Si quisiéramos poner alguna pega a Sierra, le recordaríamos el dicho de un  surrealista francés: “lo que importa es no hacer absolutamente nada que pueda convertirte en acreedor a un premio. Lo de menos es que lo rechaces o no”.  Obviamente, dadas las preocupaciones éticas del artista entendemos no solo el rechazo sino el cabreo.
A diferencia de los concursos, donde uno presenta voluntariamente su obra, los premios institucionales crean escalafones y brujulean. Afortunadamente, el "estamento" no contempla la posibilidad de que el premiado se rebele. "¿Tú matas, yo te critico y tu me premias? Aquí, solo hay una recompensa; que dejes de matar. "

En la sociedad civil también ha entrado una especie de ludopatía olímpica por jugar a ganar un premio. Desde hace unos años, hasta festivales y ferias de teatro han instituido categorías y galardones entre los participantes (ahora concursantes). Una jerga boba pretende justificarlos: "hacerse visibles", "poner en el mapa", "ganar un espacio", "buscar la excelencia"... 

A veces, en los premios hay quien intenta aprovechar la ocasión y el altavoz. Como hizo Gervasio Sánchez  al recoger el Premio Nacional de Fotografía, exhortando a los ministros presentes a dejar de fabricar minas antipersonas. O Isidro Ferrer, al recoger el Premio Nacional de Diseño, recitando ante el rey un poema de Gloria Fuertes. En ambos casos fue compensada la servidumbre del premiado: el gobierno se comprometió a dejar de fabricar esas minas; España se enteró de que Juan Carlos estaba contra la invasión de Irak. Cierto que esos gestos no están al alcance de cualquiera porque, amén de tener razones, hay que ser torero.
Este mes de diciembre es particularmente propenso a los premios y es un sufrimiento leer los periódicos y el correo. Hace años conseguimos que no  nos mandaran las listas para votar en los premios Max del teatro, pero ¿cómo decirle a un amigo que no envíe más indicaciones para la votación popular  al mejor eructo del año? 
En Juan de Mairena, Antonio Machado habla de los banquetes. Dado que los banquetes equivalen aquí a los premios, recordemos el pasaje:
Cuenta Juan de Mairena que uno de sus discípulos le dio a leer un artículo suyo cuyo tema era la inconveniencia e inanidad de los banquetes. El artículo estaba dividido en cuatro partes: A) Contra aquellos que aceptan banquetes en su honor; B) Contra los que declinan el honor de los banquetes; C) Contra los que asisten a los banquetes celebrados en honor de alguien; D) Contra los que no asisten a los tales banquetes. Censuraba agriamente a los primeros por fatuos y engreídos; a los segundos acusaba de hipócritas y falsos modestos; a los terceros, de parásitos del honor ajeno; a los últimos de roezancajos y envidiosos del mérito.
Mairena celebró el ingenio satírico de su discípulo.
-¿De veras le parece a usted bien, maestro?
-De veras. ¿Y cómo va a titular usted este trabajo?
-“Contra los banquetes.”
-Yo lo titularía mejor “Contra el género humano, con motivo de los banquetes.”

Pues eso: nos alegra la coherencia de Sierra. 
Aprovechamos la ocasión para felicitar a todos los colegas y amigos premiados estos días en cualquiera de las modalidades gremiales y pedimos disculpas por no acompañarles el día de la entrega.

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