Así hemos tenido estas semanas el tiempo, cubierto con claros.
En Ejea de los Caballeros recuperaron la Feria del Libro y allí viajamos una
mañana despejada Dolos, Carmen, Luis Felipe, Manolo y Neme, con su carro de grabados.
La muerte de nuestro poeta decano, Mariano Esquillor, nos hizo pensar en las vidas cumplidas.
Triste siempre la muerte, parece menos muerte cuando llega a los 95 años.
A Esquillor se le recordó en el Carpanta, donde los martes
nos encargamos de las micro actuaciones. Ahí han estado artistas como Raúl Terán
Aloma Rodríguez puso en escena Greta, donde madre e hija son
protagonistas, secundadas por tíos y abuelos. En las fotos, los abuelos maternos Antón y Carmen:
Los padres, David y Aloma, están bien y el resto de la
familia también. Eso nos permite recordar alguna jocosidad, como la que
escribió Miguel Ángel Príncipe al nacer una infanta:
La augusta madre de la Reina, inquieta,
de dos, no sabe cual placer elija,
si el inefable de abrazar la hija
o el indecible de abrazar la nieta.
(Versos que fueron rematados por Eulogio Florentino Sanz:)
Y por no armar un cisco
fue y abrazó al infante don Francisco.
Coincidiendo con el natalicio, la editorial Comuniter llevó a las librerías este libro en el que Aloma
también tenía que ver:
Muchos amigos exponían sus obras estos días. Sergio Abraín,
en Demodo Gráfico:
Y en la Galería Pilar Ginés: Germán Díez, Paco Rallo y Pedro J. Sanz
En Peñarroya de Tastavins tuvieron a Carmen Orte con un recital de romances y cantares.
¿Hay alguna característica del estrangulamiento económico
actual que afecte especialmente a la salud de los actores?
Un actor aragonés que lleve más de 20 años en el oficio, ha
trabajado en varias compañías, ha formado parte de una empresa o habrá tomado
responsabilidades como si lo fuera. Ha vivido los parones de trabajo y las
temporadas altas. Ha escuchado muchas veces “¿Cómo va el teatro? ¿Os dan
subvenciones o no?” dicho con retintín por los empleados de banca. Ha viajado
en furgoneta, la ha cargado y descargado, ha usado el martillo para fijar la escenografía, ha
subido a la escalera para poner la iluminación, ha planchado cortinas, o ha
cosido casullas y vestidos desgarrados en el clavo del camerino. Alguna vez ha
caído en el foso de la orquesta o en las trampas de los teatros, que son como
barcos fantasmas.
Pero eso, como diría Borges, son “los comunes casos de toda
suerte humana”.
También ha salido al escenario con dolores, fiebre, con
muletas, recién operado, o en circunstancias en las que ningún contratado
estaría obligado a trabajar.
Hoy, un actor con cierto recorrido tiene que aguantarse la
rabia porque no ha sabido nadar y guardar la ropa. Entregado a nadar contra
corriente, cuando vuelve a la orilla no encuentra la toalla ni la ropa.
¡Ay, Pilar Molinero! ¡Ay!
El Teatro de la Estación se abre a la música clásica y
contemporánea:
Cubierto con claros, sí.