Pensaba que con tres entregas podía resumir mi trato con los libros. Pero basta engrasar un poco la máquina de la memoria para que surjan más libros por cada vericueto: casas de libros, gestación de libros, escritos en libros, escritos sobre libros... Veremos cuándo acaba esto.
BIBLIOTECAS
Pocas alegrías hay como ver el nacimiento de una casa para
los libros. La inauguración de una biblioteca es grata a la comunidad.
En 1989 participamos en la inauguración de la Biblioteca de Poesía Raúl González Tuñón, en
la casa de Carriego de Buenos Aires, que fue un gran acontecimiento. En la actuación de El Silbo, Carmen cantó A la luz de la fogata, de Tuñón, con la música del "Tata" Cedrón, que cerraría el acto con quinteto de guitarras. También rendimos homenaje a otro maestro presente, Javier Villafañe, interpretando Siempre me has mentido.
En 1990 se inaugura la sección para niños de la Biblioteca de
Aragón. Recuerdo imborrable. Entre los organizadores (Caracola), y los
colaboradores: la Pai, Héctor Grillo, Leda Valladares y El Silbo, prologamos a
Javier Villafañe, que presentaba Los cuentos que me contaron por los caminos de
Aragón (Caracola, 1990), gran protagonista de la jornada.
En 1994, estando en el receso de una larga gira por Venezuela,
me comisionaron para llevar los libros y el mobiliario a una biblioteca que se
debía inaugurar en la provincia amazónica venezolana. Comandé dos camiones con
todo ello durante tres días. En tres días más conseguí montar la biblioteca,
encontrar personal que la atendiera, ponerle nombre (Aquiles Nazoa), ofrecer una
conferencia inaugural y una actuación.
En 1997 comienzo a actuar con cierta regularidad en las
bibliotecas municipales de Buenos Aires.[i] Hice muchas funciones de Bululú[ii] en distintas temporadas, y después con otros
repertorios.
A veces propongo a actores de otros lares hacer
un recital con poemas de autores aragoneses. Así hicimos en Buenos Aires,
presentando el trabajo en su Biblioteca Nacional.
En el programita adjunto pueden verse
detalles y circunstancias que enmarcaban el acto y de las cuales hablaré en el
capítulo dedicado a las ferias del libro.
A veces las bibliotecas quieren salir a la calle. En 2010 la
Asociación de Escritores de Aragón colaboraba con las Bibliotecas de Zaragoza,
y me propusieron hacer una serie de lecturas, en
plazas del centro de Zaragoza.[iii]
DE NEGRO
Yo creo que en estos oficios
todos hemos tenido un negro y lo hemos sido de otro. Trabajos
en la sombra y en el anonimato. Me gusta. Si lo pide un colega no se
debe cobrar porque entre sastres no se
pagan hechuras. Estoy contento de haber ayudado a terminar varios libros,
engordando unos y adelgazando otros.
A veces confundimos “negro” con “anónimo” y no es lo mismo.
Un texto anónimo está escrito por autor desconocido, por razones
extraliterarias o porque oculta su identidad premeditadamente. El negro trabaja
en un texto que figurará como escrito por otro.
A propósito del anonimato, recuerdo lo que se cuenta de
Juan Ramón Jiménez cuando unos poetas jóvenes le propusieron participar en la
creación de una nueva revista. El de Moguer les dijo que sí, con la condición
de que todos los poemas aparecieran sin
firmar. No aceptaron.
JURADO. En
concursos literarios
Tiene su miga eso del jurado. Intento esquivarlo, pero, como
a veces no se puede evitar, cuando he de hacerlo procuro disfrutar la lectura
pensando que así me oriento en cuanto a tendencias…
La primera vez que estuve en un jurado fue por razones,
digamos, circunstanciales. Mediados los
Ochenta, en la dirección de la Prisión Provincial de Zaragoza estaban dos
amigos que asistían a una tertulia literaria de la ciudad. Sabían de mi pasado como preso político en el
establecimiento. Compartíamos la amistad y admiración hacia el poeta Luciano
Gracia. Un día decidieron fomentar la
poesía entre los internos con actuaciones de mi grupo y con un concurso literario
–prosa y verso- en el que podían participar presos de cualquier penal
español.
Yo era anti premios y anti concursos, como Ángel Guinda,
quien –según la leyenda- en la entrega de un premio Adonáis se había manifestado con un cartón rotulado:
“Adocenáis”.
Pero el Concurso de poesía Luciano Gracia era otra cosa. La
dinamización sociocultural se rige con incentivos como los concursos, sin otro
interés gremial o comercial.[iv]
Normalmente los premios llevan aparejada la publicación. Así, que recuerde los nombres, estuve en:
Premio Poesía Ciudad de Zaragoza, Ayuntamiento, 1987; Premio Narrativa, Teatro
y Poesía, Unión Nacional Escritores y Artistas de Cuba, Cienfuegos (Cuba) 1997; Premio Internacional
Lázaro Carreter de Literatura Dramática, Centro Dramático de Aragón, 2008;
Premio Relatos Dos Orillas, Ayuntamiento de Zaragoza 2008 y 2009.
Estar de jurado en un concurso literario es una actividad pasajera que te obliga a seleccionar lo que va a convertirse en ¡un libro!
BIBLIOGRAFÍA
ACTIVA. En publicaciones colectivas
No soy escritor y eludo sumarme a proyectos de libros
colectivos. Con unas cuantas excepciones, claro. Cito alguna de los últimos
años:
En Teatro: Misterios de un oficio poético
(André Matero ediciones, Buenos Aires, 2011). Libro con reflexiones,
entrevistas y textos de los miembros de Periplo: Diego Cazabat, Andrea Ojeda,
Hugo de Bernardi y Julieta Fassone. Cuenta con colaboraciones de Ricardo
Santillán, Alfredo Megna y la mía (“Incertidumbre y recuento”). El libro está
dedicado a la memoria de, entre otros amigos del grupo, Héctor Grillo.
En Rocio erótico
(La delicia del pecado, Zaragoza, 2013) donde Paco Rallo reúne 65 autores, con
31 escritos y 34 colaboraciones gráficas. Aparece mi cuento “El 35”.
Los
Borbones en pelota (Olifante Ibérico, 2014), nueva edición de los
dibujos de la carpeta SEM (atribuidos muchos a los hermanos Bécquer)
acompañados por 93 escritos de otros tantos autores. Un ímprobo trabajo de
coordinación a cargo de Manolo Forega, con introducción de Jesús Rubio Jiménez
y apéndices de Luigi Maráez y Agustín Porras. Mi colaboración “Aleluyas de los
pretendientes” corresponde al dibujo nº 4.
Marcelo
anda por ahí (Olifante, 2016), es un homenaje a Marcelo Reyes que, desde
la segunda línea de tiro favoreció tantos proyectos en torno a la poesía. Una
iniciativa de su compañera Trinidad Ruiz Marcellán, coordinada por Antón Castro
y Columna Villarroya. Entre más de 50 colaboraciones aparece la mía, “Marcelo
Reyes, en tránsito”.
También algunos prólogos para libros de versos, prosas, o canciones.
Pero sobre todo reseñas, durante muchos años en El Pollo Urbano de
Dionisio Sánchez, una ventana aragonesa abierta al mundo.
Por supuesto, cuando Antón Castro me pide que comente un
libro intento adaptarme al estilo de Artes y Letras (Heraldo de Aragón), cosa que no siempre consigo.
Pero, ¡si es lo que yo digo!, en un periódico deben escribir
los periodistas. De la misma manera que en una
galería deben exponer los pintores y a un escenario deben subir los actores.
Con las excepciones que proceda. Porque la vanidad, o lo que sea, de verse
fotografiado uno ante un micrófono con su mejor corbata puede resolverse en
unos segundos, como hacían antes los circos, que te subían a un elefante, te hacían
una instantánea en un pispás y no hacía falta que domaras al animal.
(Continuará)
[i] Desde Bibliotecas,
Josefina Delgado y Alejandra Ramírez encargaron obras de pequeño formato, a
actores de relieve como Walter Santa Ana, que hacía Palabra de Borges, Ana Padovani, Ingrid Pelicori, Horacio
Peña…
[ii] A veces acompañado por
los músicos Ariel Prat y Pablo Sánchez Canepa.
[iii] El repertorio sugerido
por Manolo Forega me llevaba de los latinos, en el Teatro Romano, a los poetas
de Al Andalus , en La Aljafería, a los
románticos, en plaza Santa Cruz… en la plaza del Pilar se oyeron los versos de
Miguel Labordeta y Julio Antonio Gómez.
[iv] Por otra parte, El Silbo
Vulnerado debe su nombre a Miguel Hernández, que murió en un hospital
carcelario; por esa razón nunca he rechazado actuar en una cárcel. Hay poemas
que producen allí un añadido emocional, como “Para quién escribo” de
Aleixandre, donde el poeta habla desde fuera;
“Antes del odio” de Hernández, hablando desde dentro; o “Pie para el
niño de Vallecas de Velázquez”, de León Felipe, tan idóneo para empezar una
función en la cárcel como en el teatro de un régimen dictatorial.