Es muy estimulante ver cómo nace, se construye, se forma algo bello. Esa experiencia la estamos viviendo en nuestro entorno con los instrumentos musicales que fabrica
Esteban Pérez Esquivel.
Antes de venir a Zaragoza, ya conocíamos su trabajo, enriquecedor del nuestro. Al lado vemos a Dolos con un rebec, cuyo sonido envolvente ayuda al romancero en la escansión.
Esteban, nacido en Buenos Aires, se desenvuelve por nuestra Zaragoza como Pedro por su casa. Del barrio de San Gregorio -sede de Amankay- al barrio Jesús -Fábrica de Chocolate-, el lutier transporta los materiales precisos para cada jornada.
Entre medio, pasea la Zaragoza renacentista y mudéjar donde florecían
in illo tempore los talleres de instrumentos de cuerda.
Forma parte de una familia de artistas: su madre, Amanda Guerreño, compositora de música contemporánea de altos vuelos; su padre, el artista plástico Adolfo Pérez Esquivel, más conocido por su activismo en pro de los derechos humanos y la no-violencia. Marco, hijo de Esteban, es un avanzado de la música electrónica...
Sus aficiones artísticas se inclinaron en un principio hacia el teatro, como mimo, hasta que se centró en esos estudios periféricos tan necesarios para la cultura musical como son la Musicología y Museología. En Francia, primero en el Louvre y después en el Conservatorio de Nanterre, profundizaría en la restauración y la conservación de instrumentos musicales antiguos.
De vuelta a Argentina, vinculado a la docencia como lutier, buscó la función social antes que la académica y se dedicó a trabajar con orquestas populares que construían sus propios instrumentos. Pero el lutier Esteban es itinerante por naturaleza. Acostumbrado desde pequeño a ir de un lugar a otro, iba alternando su labor en Argentina con giras musicales por Europa, como la dedicada a presentar
Vía Crucis Latinoamericano en teatros de Suiza, Alemania y Francia. O con estudios comparativos en Veracruz (México) entre los instrumentos de cuerda mexicanos y españoles .
Fruto de su estudio y, sin duda, de sus viajes por el mundo, el lutier se acerca a la erudición y a la comprensión de los fenómenos sonoros de la modernidad. Entre los instrumentos creados para otros artistas e investigadores, dos nos llaman especialmente la atención: uno, el Ortófono, para Les Luthiers; otro, el Logocordio 1, para la Numerofonía de Sergio Aschero.
De su labor docente, colaboraciones, investigaciones, grabaciones y publicaciones hay noticia la
web de Esteban Pérez Esquivel.
Estos que vemos arriba son los últimos instrumentos de la cosecha zaragozana de Esteban. Los hemos visto nacer y crecer. Nos dará una pena cuando los venda...
Ha sido llamativo comprobar los tiempos que maneja en la construcción y ensamblaje de cada pieza. Una aritmética perfectamente calculada que le ha permitido llevar sus guitarras románticas a la feria de Amsterdam, asistir a una conferencia en Roma, o a visitar la Galicia de sus abuelos... mientras las piezas quedan esperando. Una filosofía.
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Luisfelipe, Esteban y Carina. La Fábrica de chocolate. Foto: Forega
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Este verano nos ha acompañado en nuestras aventuras juglarescas por las tierras de Aragón: La Almunia, Jánovas, Remolinos, Gotor; nuestra colega Mª José Moreno le guió por Daroca, su festival de música antigua, y el bello pueblo de Orcajo. En las jornadas de la Celtiberia compartimos la experiencia argentina y los desvelos cortazianos de Jesús Rubio Jiménez.
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Dolos, Carina, Esteban, Jesús Rubio. En Gotor. |
Parece estar en buena sintonía con Ángel Vergara, uno de nuestros sabios musicales. Le encantan los relatos orales de Merche Llop. Le gusta bajar a La Bóveda y alguna vez ha sacado la trompeta o ha tomado una percusión para sumarse al combo. En el encuentro anual de titiriteros y poetas "Helena Millán" lo vimos con el cajón haciendo la base rítmica de los raperos.
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Esteban, al cajón. Los Millán al rap. |
Para completar el apartado de "vida social" del personaje, hay que significar su adscripción a las tertulias del bar Boterón, donde hay una guitarra y un tocadiscos.
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Marco, Carina, Esteban, Guillermo Pellegrino y Dolos. En El Boterón. |