Rara vez en mi
currículum he mencionado mi relación con el mundo del Libro, porque es algo consustancial
en la vida, como el amar, el comer o el soñar. Sin embargo las agendas está
nutridas con la palabra “libro” precedida de verbos diversos: encontrar,
trascribir, cotejar, preparar, hacer, reunir, empaquetar, transportar, buscar,
devolver, pedir, comprar, pagar, difundir, escribir, corregir, reseñar etc.
De esto hablaremos en
esta serie de escritos que titulo En el
sector del Libro.
PRIMEROS RECUERDOS. Librería, disco, libro.
Pasé media infancia,
hasta que tuve 5 años y me llevaron al colegio, en la librería Lepanto, donde mi padre me llevaba cada día, pues era
íntimo de don José Fernández, el librero. Allí, en el sótano, veía a señores
raros que lo mismo se hablaban a voces que al oído. Lamento no recordar ningún
libro de los que don José, o Palmiro,
pondrían en mis manos para entretenerme. Solo recuerdo a aquellos hombres, la
escalera de caracol y la claraboya, pues el sótano estaba bajo la acera del
Paseo Independencia, en la que taconeaban los viandantes.
Mi primer libro no estaba hecho con papel , vitela, ni pergamino. Mi primer libro fue un disco. Y la primera poesía que memoricé la aprendí de oído,
cuando entró en casa un tocadiscos del
Reader’s Digest. La recitaba Manuel
Dicenta y era tan larga que ocupaba las dos caras del vinilo: Coplas a la muerte del maestre don Rodrigo.
Avisado de que en el
disco faltaban varias estrofas, mi primer libro de papel fue el de las Mil mejores poesía de la lengua castellana, donde aprendí, silabeando, las coplas no incluidas.
Otros discos me
dirían los autores que debía buscar.
Pasé la adolescencia
buscando libros que no estaban ni en los escaparates, ni en los estantes de las
librerías: Canto General, Antología rota,
Viento del pueblo… que enseguida
llevaría al escenario.
ALMILLA LITERENCA, distribuidora de libros
Yo iba recitando y
haciendo teatro. Chusé Aragüés me introdujo en la fabla aragonesa. En los
recitales de Pilar Garzón en Pago Pago, sucumbí ante el primer poema de No
deixez morir a mia voz[1] y quise hacer algo por la causa.
En 1977 monté en
Zaragoza la distribuidora de libros Almilla
Literenca, con delegaciones en Madrid y Barcelona. Así comenzó la
comercialización de libros en fabla, cosa que debíamos explicar librería por
librería y redacción por redacción.
Ese año aparecieron
varios libros en aragonés moderno en las Publicaciones Porvivir Independiente[2] y en su colección Puyal. Para
la normalización del aragonés se había creado el Consello d’a fabla aragonesa,
que nos aportó sus novedades.[3]
Para la promoción,
editábamos carteles que llamaban la atención. La difusión se beneficiaba
con los recitales de artistas
cultivadores de la fabla.[4]
En 1978, estábamos
especializados en lenguas de la península: diccionarios, literatura, manuales.
También en poesía, claro, con revistas españolas del momento y editoriales poco
comerciales pero imprescindibles.[5] Algunas nos las cedían
gustosamente otras distribuidoras.
Crecíamos,
cambiábamos de locales y de nombre, Alazet ahora. Ante el crecimiento de la
empresa mi socio Chusé Aragüés emprendió la creación de la
Librería-Distribuidora Ícaro, lo que obligaba a una dedicación exclusiva.
Habiendo aprendido el intríngulis
del circuito del libro, seguí imprimiendo “en el aire”, convencido de que el paso previo a la lectura
era el oído.
NI CAUDILLO NI
REY: REPÚBLICA. Fernando Valera
Don Fernando Valera
fue el último presidente del Gobierno de la República Española en el exilio.
Entre sus obras: Ni Caudillo ni Rey:
República.[6]
Fue el primer libro con el que hice transporte “internacional”.
Un 21 de junio, tras
las elecciones de 1977, don José Maldonado, Presidente de la República en el
exilio, y don Fernando Valera, firmaron
“el término a la misión histórica que se habían impuesto”. Mi misión era
testimonial: recoger en Toulouse el manifiesto de disolución y difundirlo desde
Zaragoza. Pero como el paquete era liviano [7] y yo
había llevado una maleta grande, los viejos republicanos de Toulouse la
llenaron con ¿50? ejemplares del libro de Valera y, en los huecos, otras
declaraciones de los últimos próceres.
TRADICIÓN Y
ORIGINALIDAD. Manrique y Salinas
En 1979 se cumplían
500 años de la muerte de Jorge Manrique. Estudiamos a fondo
no solo las partituras próximas a la época y
las distintas ordenaciones de las Coplas,
sino también todos los estudios que pudimos encontrar, empezando por el de
Serrano Haro en Gredos. No sé cómo, llegó a nuestras manos Jorge Manrique o
tradición y originalidad de Pedro
Salinas, su primera edición, en Sudamericana, que se convirtió en nuestro libro
de cabecera.
Yo estaba predispuesto a dar las estrofas en que habla la Muerte a una
voz femenina que las cantara, y buscaba algún indicio de que el poema hubiera
sido (re)presentado así en su día, a modo de momo elegiaco. Discutimos el
particular con el profesor Alda Tesán, que había editado toda la obra de
Manrique en Cátedra, pero él sospechó que yo pretendía emparentar las Coplas
con alguna Danza de la Muerte y acabó echándonos de su despacho en el
Instituto Goya. La bronca fue muy útil, pues desde entonces he procurado
congeniar las diferencias entre estudio crítico y versión escénica.
Buscamos[8]
inspiración en Uclés, en Santa María del Campo Rus, en Garci Muñoz, en Paredes
de Nava, en Segura de la Sierra, y en Ocaña. Nos dieron permiso en la
Biblioteca Nacional para cotejar ediciones glosadas de las Coplas editadas
el siglo XVI, comprobando que ordenación y grafía respondían, acaso, al
capricho del glosador o de su editor. Al final, hice mi propia ordenación de
las estrofas y seguí la fonética de Dicenta.
POESÍA URBANA, inicio de
un nuevo sello
Al poco, me veo
representando a la Asamblea de Cultura en el debate sobre concursos y ediciones
literarias del Ayuntamiento de Zaragoza.
Coordino la edición
de Poesía Urbana, que, en 1980, inicia la colección Cultura Popular del Ayuntamiento. La
gestación de ese libro fue prolija y hubo episodios memorables, para bien y
para mal.[9] Eran tiempos nuevos y aún
no entendíamos la importancia del prólogo institucional, por ejemplo.
Aprendí algunas
servidumbres del editor para con el patrocinador, impresor, encuadernador,
autor, etc. Y decidí que mi labor como “editor” terminaba en ese libro, tras
comprobar que, más que la distribución, la edición era un trabajo minucioso,
absorbente y poco compatible con la vida del actor.
EL JARDÍN DE
VENUS y el ARTE DE LAS PUTAS debutan en escena
Alertado por Curro
Fatás, supe que comenzaba a editarse la poesía erótica del XVIII, así que en
1977 ya estábamos escenificando en Chal Chal[10] poemas del Jardín de Venus de Samaniego, y del Cancionero de amor y risa.[11] Luego llegó el Arte de las putas de Nicolás Fernández
de Moratín, editado en México por Los brazos de Lucas.
Estos tres libros
acabarían conformando el espectáculo Sátira
Sátiro[12].
En Valencia, un librero cercano al café teatro La Claca vino a vernos porque
había vendido más de 40 libros de Samaniego en dos semanas. Era, ciertamente,
una primicia.
En 1983, hacíamos una
función semanal en Madrid, en El Juglar de Lavapiés, y nos venía público
entendido. De allí salió una cita que tuvimos en el Café Comercial con Enrique Llovet y
José Mª Forqué para hablar del Jardín de
Venus, título que habían puesto ellos a una serie televisiva de cuentos
eróticos y que de Samaniego solo tomaba el título. Nunca supe el motivo de esa
entrevista, acaso evocar la Fonda de San Sebastián. O acaso reconocernos como
usufructuarios del Jardín de Venus.
TRATADO DE
DECLAMACIÓN de José Bastús
En 1982, viviendo con
el grupo en Sevilla, me encuentro en la Librería Baena el Tratado de Declamación de José Bastús, edición de 1850.[13]
Sabía de él porque Xavier Fábregas reproducía algunos párrafos en su prólogo al libro de Odette Aslan El actor del siglo XX -Evolución de la técnica. Problema ético (Gustavo Gili, 1979). Y aquellos párrafos recogidos por Fábregas, me habían encandilado, era como encontrarte con tu tatarabuelo.
Con la compra del Tratado empecé una colección casi de
bibliófilo en torno a manuales y memorias de teatro.
A veces he tomado
para la escena párrafos del libro, como en la obra Poe Cía Noventidó.
LIBRO ESCENOGRÁFICO. Eugenio Arnao
Javier Delgado nos
habló del proyecto Poesía en el Campus que debía celebrarse en el aula magna de
Filosofía y Letras el curso 1984-85. En la sesión inaugural presentamos como
escenografía un libro gigante realizado por Eugenio Arnao. Dadas sus dimensiones (abierto, 230
centímetros de ancho) las tapas y el lomo, con apariencia de cuero, tenían un
esqueleto de madera robustecido con corcho. Las hojas se fabricaron con un
papel grueso y cada página anunciaba a uno de los intervinientes. Era
aparatoso de transportar y de colocar, pero con la luz de escena quedó bastante bien. En usos posteriores,
Eugenio fue cambiando las hojas con materiales nuevos de mayor consistencia.
Otros libros de
Arnao han quedado como utilería en
nuestras actuaciones: pitillera-libro, casete-libro, etc. Por no hablar de sus colaboraciones plásticas y musicales.
CUADERNO DE
VIAJE. Autores
americanos en Malvís
De una larga gira
sudamericana,[14]
volvimos con muchos libros. Aquí vimos que eran representativos de varias
generaciones de poetas americanos contemporáneos.
Instalado en Madrid,
Ángel Guinda publicaba en colaboración con Ángel Luis Vigaray la revista
Malvís. Algunos números salían en formato librito. La revista estaba muy bien
hecha y, en dos ocasiones compramos cierta cantidad de ejemplares para enviar a
las bibliotecas de los institutos
donde íbamos actuando. Malvís fue una revista
importante que alternaba voces aragonesas con otras de las Españas. Aparecía
con una separata, Fuente de Cibeles, con el poemario completo de un solo autor,
tipo folleto pero también con tapas de cartón.
Con Guinda hicimos una
selección de los textos americanos que
titulamos Cuaderno de viaje.[15] Apareció en el número
7-8, un número doble pues a nuestra antología le seguía la de Trinidad Ruiz
Marcellán con poetas gallegos contemporáneos. Ambas estaban separadas por un
dibujo de Salvador Galup.
(Continuará)
[1] De Anchel Conte, en El bardo, 72
[2]
Porvivir Independiente había sido creada en Luesia por Ángel Guinda, y su barco
insignia era la colección Puyal, donde aparecen: Cutiano Agüerro, de Francho Nagore y Libertad,
el poema de Paul Eluard en francés, aragonés y castellano. También sacaba otros
libros fuera de colección, como la segunda edición de Garba y Agua, de Eduardo Vicente de Vera y la primera novela en
aragonés moderno, Do s’amorta l’alba,
del mismo autor.
[3]
Un nomenclátor de pueblos aragoneses, o la cartilla Ninos que hizo Bizén do Rio.
[4]
Que, además de Garzón, contaba con Valentín Mairal, Ana Martín, o los grupos
Renaixer y El Silbo Vulnerado.
[5]
Como Toro de barro o Provincia, que en Carboneras de Guadazaón (Cuenca) y en
León dirigían, respectivamente, Carlos
de la Rica y Antonio Gamoneda.
[6]
Se había editado en México (Finisterre, colección Perspectivas Españolas, 1974)
y tenía 261 páginas.
[7]
La Declaración ocupaba un folio. No tenía pie de imprenta, pero era similar a
los documentos del Gobierno de la República que salían de La Ruche Ouvrière,
imprenta parisina ubicada en la rue Montmorency.
[8]
Los “manriqueños” éramos Goyo Maestro,
Jesús Lou y yo. En el escenario se sumaba Lourdes Lachén, luego Carmen
Orte, en el papel de La Muerte.
[9]
Protagonizados por Trinidad Ruiz Marcellán, Luis García Nieto, Ángel Guinda y
Emilio Gastón, entre otros. Se pretendía recoger poemas de los autores
zaragozanos, pero algunos no se prestaron; al final aparecieron 29 poetas en
205 páginas. La edición fue de 2.000 ejemplares .
[10]
El silbo vulnerado, con Francisco J Gil, José Mª Pons, Gloria García y yo.
[11]
Que habían sido organizados y prologados en 1914 por Joaquín López Barbadillo,
compilador de escritos heterodoxos. Ahora los editaba Akal.
[12]
Sátira-Sátiro, espectáculo de poesía
erótica entre los siglos XIV y XVIII. Estrenado en el Castillo de Cortegana
(Huelva) en 1982. Dirigido por Héctor Grillo. Cantaba Carmen Orte y yo
interpretaba los versos.
[13]
Compré el ejemplar, con el beneplácito de mis compañeros, pues costaba el
sueldo que ganábamos semanalmente Carmen Orte, Karlos Herrero y yo en el café teatro
Zarabanda de Triana, donde hacíamos Sátira Sátiro. Así que durante una semana nos alimentamos de esa lectura
y no de otra cosa.
[14]
1988-89 Gira de El Silbo, con Carmen Orte, Jesús Lou y yo por Argentina, Chile,
Bolivia y Perú.
[15]
Cuaderno de Viaje –poesía de Argentina y
Bolivia- (Revista Malvís, 7-8,
Madrid, 1990), con poemas de los argentinos: Marcelo Actis, Alejandro Archaín,
Carlos H. Bianchi, Jorge Boccanera, Oswaldo Bossi, Fabián Casas, José Antonio
Cedrón, Alba Correa, Elba Fábregas, Jorge Fondebríder, Juan Gelman, José Kozer,
Adolfo M. Ponti, Alberto Luis Ponzo, Cristina Santiago, Leda Valladares, José
Alberto Villa, Javier Villafañe, Juano Villafañe, Carlos Vitale, David Wapner.
De Bolivia: Marlene Durán Zuleta, Jaime Nisttahuz, Humberto Quino, Jaime Sáenz,
Jesús Urzagasti, Alberto Guerra, Julio de la Vega y Alcira Cardona.
me extraña que no haya una película con todo esto
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