Por encima de sus posibilidades
Puede ser que en alguna de esas enormes oleadas de contratos de obra y servicios firmados por las instituciones públicas aragonesas en los años de las vacas gordas hayan existido oscuras y sobrecogedoras motivaciones. Pero en la mayor parte de los casos la cuestión ha tenido otros desencadenantes, otra fuerzas gravitatorias. Visto en perspectiva, se tiene la impresión de que demasiados gestores de nuestros grandes proyectos colectivos han actuado con honestidad pero con escaso criterio y un bajo nivel de eficiencia profesional. Actuaron desbordados por la tarea, superados por las circunstancias... aunque ellos, eso sí, pensaran que lo estaban haciendo magistralmente.
Ahí están los edificios públicos (o semipúblicos, como luego se verá). Alucina pesar que el efecto Guggenheim durase tanto tiempo, hasta alcanzarnos en pleno 2008. Veámoslo, encarnado en el Pabellón-puente o en la Torre del Agua, armatostes caros, sin destino conocido a estas alturas, que las dos cajas (sus destinatarias últimas) manejan como patata caliente. O la enorme y disfuncional estación de Delicias. O los sonados fracasos habidos en el Fleta y en el presunto Espacio Goya. O en el Palacio de Hielo, más bien el Palacio de la Chapuza. Y de remate, el Pablo Serrano, otro monumento al emblematismo provinciano. Es feo, es caro, es de difícil mantenimiento y ha surgido como inaudito armatoste sin plan museístico ni lógica alguna.
La culpa no es de los arquitectos ni siquiera de los ingenieros y otros técnicos de las constructoras, que se volvieron mochales resolviendo problemas sobre la marcha mientras se disparaban los costes. No, la responsabilidad primera y última es de los gestores institucionales, que se tiraron a la piscina sin saber nadar.
Por eso aquí hace falta recapitular, reconsiderar lo hecho (y su coste) y abrir un proceso crítico que permita hacernos una idea de la situación y trazar algún rumbo futuro. Debería hacerlo el PP en el Gobierno de Aragón para vacunarse de tales errores, y el PSOE en el Ayuntamiento de Zaragoza para no volver a caer en ellos. Háganlo... aunque sea obligados por el maldito y destructor ajuste.
José Luis Trasobares. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario