Jon Juaristi le escribió una hermosa semblanza en ABC: Pelegrín.
Tomamos estas fotos del blog de Pizpirigaña y de nuestro archivo. Pertenecen al V Encuentro de Animadores a la Lectura que fue un homenaje a Ana Pelegrín y se celebró bajo el lema El arte de decir versos. Tuvo lugar en la Casa rural Riocantos (Arenas de S. Pedro-Ávila).
En la carta de Isabel Sánchez a Ana, se glosan las intervenciones de artistas, profesores y escritores.
Luis Felipe, Quico Cadaval y Federico Martín
Carmen Orte, Mario Merlino, Federico y Jesús Marchamalo
Eliseo Parra, Federico Martín, Isabel Escudero, Carmen Orte y Boniface Ofogo
Eliseo Parra, Federico Martín, Isabel Escudero, Carmen Orte y Boniface Ofogo
Isabel Escudero y Luis Felipe en El burro flautista de Iriarte. En la mesa, Pilar Lago y Federico
Asistentes en la carpa
Carmen y Luis Felipe en Los mozos de Monleón. En la mesa, Federico, Zen Yan Afane y Boniface Ofogo
Desde que Carlos Marzal se sentó en una silla sobre una tarima roja para desenmarañar el inexplicable misterio de la poesía. Desde que Luis Felipe Silbo Vulnerado, nos recitó 7 poemas como 7 soles asomando por el otero, bajo el repicar de las gotas de lluvia sobre un tejado blanco que había crecido por sorpresa entre los pinos.
Estabas allí también cuando Pablo Guerrero llenó de luz las sombras de la memoria, con su voz quebrada entre los cántaros del tiempo, en la noche mas oscura que hemos vivido junto al río.
Amaneciste con nosotros para volver a escuchar a Marchamalo y a Merlino entre interjecciones, quitándose la palabra, robándonos emociones, provocando sonrisas, arrancando carcajadas, las orejas abiertas, sorprendidos los ojos, colocando en nuestras bocas un inmenso, un interminable, un indescriptible: ¡OH!
Y allí seguías en la voz de Carmen Silbo Vulnerado cantando el Romance de Delgadina, como si el tiempo no hubiera pasado, como si nada hubiera sucedido después de tantos años y tantas cosas.
O cuando Isabel Escudero y Pilar Lago pusieron su voz y su música a tu recuerdo, acunando ese silencio tembloroso que dejan siempre las despedidas, ese silencio en el que todo parece estar de más y nada está de menos.
También estabas en la largo tren que Quico Cadaval fue tejiendo con metáforas para transportarnos a todos, en un largo recorrido, por ese camino interminable de las palabras.
Te vi acurrucada en la siesta poética bajo los árboles y aplaudiendo el premio Pep Sempere que le dieron a la escuela Gençana, mientras Sofía recogía cerezas y libros con su ancha y cálida sonrisa mediterránea y azul.
Quizás descansaste mientras, repartidos por el bosque Boni O'Fogo y Ze Jam Afane desvelaban los códigos secretos de los cuentos de África; Juan Kruz Igerabide y Patxi Zubizarreta nos hacían debatir, entre la coherencia y la incoherencia, el lugar del que surge la literatura, Raúl Vacas e Isabel Castaño daban-conversos y consentidos-un recital poético para puchero y sartén; o mientras Antonio Santos y Javier Zabala creaban trampantojos de lapiz y papel, Antonio Rubio recogía las 7 llaves de la memoria y Alonso Palacios hormigas viajeras.
Tal vez te despertaron los sonidos de la caverna de Miguel Ángel Mendo o la voz de Federico entonando versos una vez y otra vez y otra vez...
Y te refugiaste del frío de la noche, con nosotros, en butacas de terciopelo rojo, para disfrutar de Kraft, el espectáculo sin palabras, y tan lleno de sonidos de Bambalina, que invitaba a jugar con papeles que crujían, crepitaban, volaban y bailaban como si fueran almas del bosque que acabábamos de abandonar.
Para amanecer otra vez y volver allí, arriba, de nuevo al río, al bosque, al claro, al tejado blanco, para escuchar la voz pausada de un poeta de Anduna -Juan Kruz Igerabide - y un narrador de Ordizia -Patxi Zubizarreta- que, con extrema delicadeza, sugirieron libros, plantaron semillas, regaron poemas, avivaron palabras, mostraron islas, pusieron piedras, borraron fronteras, despejaron nieblas y dejaron huella.
Y de la txalaparta a los sones africanos para quedarte embelesada, con nosotros, escuchando las voces de 2 cameruneses: Ze y Boni, que llenaron, con el inmenso corazón de África, con sus ritmos y sus voces, de color y calor un día frío y gris, como pocos de los que se recuerdan en estas fechas en el valle del Tiétar.
Estabas allí, Ana Pelegrín, con nosotros, con los de siempre y con muchos otros, que nos acercamos cada año a aquel bosque-paraíso del exilio, del que nadie vuelve nunca del todo.
Isabel Sánchez
*
Aquí, intervenciones de anteriores ediciones:
Agustín García Calvo
Bartolomé Ferrando
Grassa Toro y Luis Felipe en Con el cuento a otra parte
Paco Ibáñez
Federico Martín Nebrás y Ana Pelegrín
Asistentes en la carpa
Carmen y Luis Felipe en Los mozos de Monleón. En la mesa, Federico, Zen Yan Afane y Boniface Ofogo
Todo el tiempo. Junio 2009
Has estado allí, todo el tiempo, con nosotros Ana.Desde que Carlos Marzal se sentó en una silla sobre una tarima roja para desenmarañar el inexplicable misterio de la poesía. Desde que Luis Felipe Silbo Vulnerado, nos recitó 7 poemas como 7 soles asomando por el otero, bajo el repicar de las gotas de lluvia sobre un tejado blanco que había crecido por sorpresa entre los pinos.
Estabas allí también cuando Pablo Guerrero llenó de luz las sombras de la memoria, con su voz quebrada entre los cántaros del tiempo, en la noche mas oscura que hemos vivido junto al río.
Amaneciste con nosotros para volver a escuchar a Marchamalo y a Merlino entre interjecciones, quitándose la palabra, robándonos emociones, provocando sonrisas, arrancando carcajadas, las orejas abiertas, sorprendidos los ojos, colocando en nuestras bocas un inmenso, un interminable, un indescriptible: ¡OH!
Y allí seguías en la voz de Carmen Silbo Vulnerado cantando el Romance de Delgadina, como si el tiempo no hubiera pasado, como si nada hubiera sucedido después de tantos años y tantas cosas.
O cuando Isabel Escudero y Pilar Lago pusieron su voz y su música a tu recuerdo, acunando ese silencio tembloroso que dejan siempre las despedidas, ese silencio en el que todo parece estar de más y nada está de menos.
También estabas en la largo tren que Quico Cadaval fue tejiendo con metáforas para transportarnos a todos, en un largo recorrido, por ese camino interminable de las palabras.
Te vi acurrucada en la siesta poética bajo los árboles y aplaudiendo el premio Pep Sempere que le dieron a la escuela Gençana, mientras Sofía recogía cerezas y libros con su ancha y cálida sonrisa mediterránea y azul.
Quizás descansaste mientras, repartidos por el bosque Boni O'Fogo y Ze Jam Afane desvelaban los códigos secretos de los cuentos de África; Juan Kruz Igerabide y Patxi Zubizarreta nos hacían debatir, entre la coherencia y la incoherencia, el lugar del que surge la literatura, Raúl Vacas e Isabel Castaño daban-conversos y consentidos-un recital poético para puchero y sartén; o mientras Antonio Santos y Javier Zabala creaban trampantojos de lapiz y papel, Antonio Rubio recogía las 7 llaves de la memoria y Alonso Palacios hormigas viajeras.
Tal vez te despertaron los sonidos de la caverna de Miguel Ángel Mendo o la voz de Federico entonando versos una vez y otra vez y otra vez...
Y te refugiaste del frío de la noche, con nosotros, en butacas de terciopelo rojo, para disfrutar de Kraft, el espectáculo sin palabras, y tan lleno de sonidos de Bambalina, que invitaba a jugar con papeles que crujían, crepitaban, volaban y bailaban como si fueran almas del bosque que acabábamos de abandonar.
Para amanecer otra vez y volver allí, arriba, de nuevo al río, al bosque, al claro, al tejado blanco, para escuchar la voz pausada de un poeta de Anduna -Juan Kruz Igerabide - y un narrador de Ordizia -Patxi Zubizarreta- que, con extrema delicadeza, sugirieron libros, plantaron semillas, regaron poemas, avivaron palabras, mostraron islas, pusieron piedras, borraron fronteras, despejaron nieblas y dejaron huella.
Y de la txalaparta a los sones africanos para quedarte embelesada, con nosotros, escuchando las voces de 2 cameruneses: Ze y Boni, que llenaron, con el inmenso corazón de África, con sus ritmos y sus voces, de color y calor un día frío y gris, como pocos de los que se recuerdan en estas fechas en el valle del Tiétar.
Estabas allí, Ana Pelegrín, con nosotros, con los de siempre y con muchos otros, que nos acercamos cada año a aquel bosque-paraíso del exilio, del que nadie vuelve nunca del todo.
Isabel Sánchez
*
Aquí, intervenciones de anteriores ediciones:
Agustín García Calvo
Bartolomé Ferrando
Paco Ibáñez
Federico Martín Nebrás y Ana Pelegrín
Gracias Luis Felipe.
ResponderEliminarPor traerlo aquí.
Un fuerte abrazo