Zaragoza. Aquí vemos a Ariel, en su primera actuación europea.
Hablamos del año 1993. Recordemos, con ayuda de nuestro archivo, algunos momentos de la trayectoria española de Ariel desde aquel año.
La foto fue tomada en el Teatro Arbolé, que entonces estaba en el linde zaragozano del Actur. Especializado en teatro para niños, Arbolé había dado el paso de convertir la sala algunas noches en café teatro, para adultos, claro.
Javier Villafañe, que por aquellos años tenía su segundo hogar en Zaragoza, había propuesto que nos uniéramos en un proyecto común Cultural Caracola , El Silbo Vulnerado y Arbolé. Eso hicimos. Y el proyecto se concretó en un ciclo anual, en torno a la juglaresca de hoy, que titulamos
Más o menos Juglares
En El Silbo, teníamos cierta experiencia en proyectos que empezaban con movimientos transfronterizos de artistas. Así que propusimos a nuestros colegas traer a un cantor desde Argentina.
El programa juglaresco en Arbolé se nutría con artistas de culto que reverenciábamos. Unían el consabido lema de "vanguardia y tradición", con el rasgo común de trascender lo genérico, de ser fronterizos: García Calvo, Eliseo Parra, Bartolomé Ferrando, Antón Reixa, Esperanza Abad, Chicho Sánchez Ferlosio... Invitar a un desconocido cantor de barrio, parecía una operación estrambótica.
Para convencer a los socios, solo teníamos una cinta con diez canciones.
La posibilidad de que Ariel pudiera interesar en España se evidenció con las valoraciones que se hicieron tras su escucha. Se entendió que estaba en un territorio fronterizo de géneros populares como el rock y la cumbia, en diálogo con las expresiones murgueras y las baladas melódicas. Las letras presentaban variedad de autores y enfoques. Todos estaban de acuerdo en que el tal Prat cantaba muy bien.
Cuando Ariel llega a Barajas, lo encontramos un tanto atolondrado, como es normal cuando haces tu primer viaje lejano y no sabes si vas a encontrar a alguien esperándote o qué. Él creía que venía sólo para hacer los recitales del Más o menos juglares, pero desde la última conferencia (las comunicaciones eran entonces mediante teléfono fijo) había surtido efecto la "campaña de promoción" que nos habíamos sacado de la manga y tendría un trabajo extra: con la prensa. Huelga extenderse sobre las dificultades inherentes del empeño, pues el artista no venía avalado por marca comercial ni casa discográfica con presencia en nuestro país.
La televisión pública española tenía, desde hacía poco, un canal internacional que emitía por cable para todo el mundo. Durante un día entero estuvo Ariel paseando por plazas y monumentos zaragozanos, como anfitrión de una ciudad que aún desconocía. En aquel programa de la TVE Internacional, el cantor dio noticia de su generación, de la música que crecía en Buenos Aires al margen del ámbito más comercial.
Joaquín Carbonell le entrevistó en
El Periódico de Aragón, cargando las
tintas en el
lado más canallesco del personaje. Y eso le sirvió para
entrar en la cárcel de Torrero, donde "el canalla" puso a cantar a toda
una galería de la prisión ante el asombro de los funcionarios. Y cuando asiste a un partido de fútbol en la Romareda, queda extrañado por la ausencia de cánticos, y admirado por el estilo de dos jugadores: Esnaider y Pardeza. Probablemente esa experiencia reactivó su actividad compositora de canciones dedicadas a sus futbolistas argentinos preferidos.
Desfiló por unas cuantas emisoras de radio, incluidas las nacionales. Los artistas suelen hablar de ellos mismos; llamaba la atención que Ariel describiera siempre contextos: los estadios, las murgas, los barrios, las músicas, o los personajes. Una de aquellas entrevistas fue en una radio de la Cope, la cadena oficial de los católicos españoles. El locutor se figuraba que Ariel (argentino solo, con una guitarra) era un émulo de José Larralde, así que le disparó sus preguntas sin guión. Y Ariel tuvo que opinar sobre los gauchos, la Pampa, la cabaña vacuna, las exportaciones argentinas y la restauración de la catedral de Buenos Aires.
Mucha actividad, sí, pero, no nos engañemos, en realidad Ariel hacía más entrevistas que actuaciones. Entre otras cosas, porque había muy pocas salas para cantar. En una de ellas, La Saganta,se encuentra con Mauricio Aznar, quien le invita a compartir el escenario. Así que con la guitarra de Mauricio entró en la historia del café concierto local.
Durante los tres meses que Ariel estuvo en Zaragoza, tuvo tiempo para todo, como ocurre cuando uno viaja solo. Aunque mucho de ese tiempo lo compartía con artistas y amigos. Y cuando no los encontraba, acudía a la calle Refugio, al Bonanza, un bar peculiar que reunía a la bohemia local. Al Bonanza se le han dedicado películas y canciones, entre estas, una extraordinaria de Ica Novo. Allí Ariel habría de encontrarse con sus paisanos Héctor Grillo, director de escena en El silbo, la arquitecta Mónica Leunda, o el batería Javier Pajarola, entre otros personajes argentinos que no recuerdo ahora.
Aquí lo tenemos entre sus colegas zaragozanos. En la foto de abajo, a la izquierda, vemos al poeta J.A. Rey del Corral, a Luisfelipe (yo, el de barbas), a la marionetista Helena Millán, a Ariel, al titiritero Jordi Pinar, y a la filósofa Marta Azpeitia. En la otra foto, estamos el realizador Domingo Moreno, el pintor Germán Díez, el músico Gregorio Maestro, Ariel, yo y la filóloga Marta Guerrero.
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El segundo viaje de Ariel a España fue en 1998.
Aunque no quiero hablar aquí de mis andanzas argentinas con Ariel, haré una excepción con el recuerdo de aquella noche en la que nos decidimos a difundir la murga porteña en España. Desde hacía 13 años, Ariel me venía enseñando centros murgueros porteños. Para mí, era -y sigue siendo- complejo digerir todo cuanto abarca tanto el carnaval en general como la murga en particular. Reunido con un grupo de murgueros, una noche en casa de Diego Robacio vi que había un bombo con su platillo. Se me ocurrió proponerle a Teté un ritmo para acompañar el recitado de las Coplas de Manrique. Pronto pilló el truco del pie quebrado (¡jo, qué oído para el verso!) y, pasada la Invocación, se fue sumando el resto de la concurrencia; unos, bailando, otros haciendo ecos y voces con las rimas, y Diego con una ristra de ajos, a modo de estandarte.
Así, pues, ese año 88, además de actuaciones, Ariel desarrolló una gran actividad en torno a la murga, ofreciendo conferencias y talleres. En la Escuela Municipal de Música y Danza, llegó a organizar un grupo que se presentó en las Noches de Juglares con el nombre de Los Inquietos de Aragón.
Otro taller fue en Teruel, cuya provincia es notoria por el uso de bombos y tambores en la Semana Santa, amén de ser conocidos sus toques gracias a que Luis Buñuel los incorporara en varias de sus películas (inolvidable final de Nazarín, por ejemplo).
La temporada tuvo una despedida azarosa, peligrosa, pero incruenta... Muchos amigos quisimos reunirnos para la ocasión en un bar de los bajos fondos, el Mesón del Moreno. Allí, en el patio interior montamos sonido, luces y una tarima por donde desfilar con nuestras aportaciones artísticas: títeres, poesías, canciones, acrobacias... Aquel día había sido el de la primera comunión de algunos niños del barrio que andaban por allí. Esa era la primera fila del festival: niños y niñas vestidos para recibir la primera hostia sacramental. Se hizo de noche y la generosidad del Moreno estaba patrocinando una de esas cogorzas inolvidables. Los vecinos empezaban a protestar por nuestro alboroto. Nosotros, a lo nuestro, como puede verse en las fotos donde aparecen: Jordi Pinar, José Luis Esteban, Carlos Malicia, Ariel, Germán Díez, Marta GL.
Para no complicar las cosas con el vecindario, apagamos el equipo, pero seguimos cantando. Cuando Ariel estaba dirigiendo el coro que había de acompañarle en Cumbia negra, llegó una pareja de municipales. Por suerte, alguien que los había visto llegar y gritó "¡agua!", dándonos así los segundos precisos para recomponer la situación y cantar muy bajito el "ohohoh" de la canción. Cuando entraron los agentes al patio, semejábamos la fiesta familiar de los comulgantes. Ariel siguió cantando sotto voce y -aquí el milagro- los uniformados se sumaron al coro; tras acabar la canción se despidieron fiando en que era la última. Niños y niñas les acompañaron a la calle jugueteando con las porras colgantes.
En esos meses, Ariel había participado en los experimentos que hacíamos en el Sopa de Letras, donde se relacionaba con la onda más pop de la música zaragozana (Sergio Algora, el Fletes...). Y, otro nómada en esos años, Antón Castro, le invita a cantar en pequeños y hermosísimos pueblos de las sierras turolenses.
En 1999 vino acompañado por Paula Bozzano, quien trabajó en dos espectáculos de El Silbo. Hizo la caracterización de
Ausencias y el atrezo de
Memoria de Borges. Mientras, Ariel recorre la geografía aragonesa, desde Albarracín hasta Remolinos.
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El 2000 vuelve con el bajista Pablo Sánchez Canepa. Entre otros programas, actúan en las fiestas del Pilar, poniendo a bailar una muchedumbre de jóvenes que coreaba sus canciones en plena plaza del casco viejo... El repertorio se nutría del segundo disco, Marcado sobre la raya, y del tercero, Sobre la hora, grabados con la banda argentina de Ariel y Pablo, la Houseman René Band. Las actuaciones en fiestas se hacían con dos bandas. En esta, Ariel compartía escena con Mauricio Aznar, ambos de edad pareja (Ariel, 40, Mauricio, 36). Pero Mauricio murió horas antes de subir al escenario. Durante su actuación, Ariel luchaba por controlar las emociones. Mantener la atención de 5000 personas durante hora y media en una noche de fiestas, y en esas condiciones... ¡Uf!
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A partir de este viaje, las fechas se me confunden porque el ir y venir de Ariel sería tan continuo que nuestro hombre tendrá razón al considerarse "nómada". Antes lo era en Buenos Aires, ahora amplía su geografía errante. Yo siempre he creído que el adjetivo que le correspondía era "bohemio", que contiene más características que el desplazamiento geográfico. Ahora bien, en Argentina "bohemio" tiene connotaciones confusas. Con todo, su estilo coincide con lo que en Francia se llamaba "boho chic".
Pero sigamos este repaso de la vida española de Ariel, que va a trascender las fronteras zaragozanas cuando se radique temporalmente en los sucesivos destinos laborales de su compañera Laura, cuyo oficio de veterinaria le llevarán sucesivamente a pueblos sorianos y turolenses, hasta su larga estadía en Huesca. Entre una y otra mudanza, Ariel comienza a actuar en Francia; y, periódicamente, vuelve a Buenos Aires para grabar y cantar en los carnavales.
Con todo, Ariel mantiene un campamento base en Zaragoza: La Topera. Y algún escenario recurrente: La Campana de los Perdidos, o Casa Lac. En la foto de la izquierda: yo, Ariel, Mónica Papalía, Carlos Malicia y Jordi Pinar. La presencia de Papalía revela una constante de Ariel, la de recibir a los artistas argentinos que pasan por aquí. En la foto de la derecha, (La Topera, 2004) en su despedida de soltero, lo vemos con Germán, Dani Suárez, El Cóndor, Juan Subirá, y otros colegas de Bersuit que esos días actuaban en La Casa del Loco.
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Desde que comenzamos las Noches de Juglares en el Parque Delicias (hemos cumplido
25 años ininterrumpidos), siempre contamos con las aportaciones de los artista de la casa, y Ariel lo era desde hacía tiempo.
En 2001 y 2002, las canciones de Ariel dieron noticia del corralito, de los cacerolazos, y, en fin, de la catástrofe social provocada por la impericia financiera.
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En 2003, Juan Carlos Cáceres y Prat compartían escenario y canciones en las salas de París, siempre en torno a la negritud y su influencia en la música del Río de la Plata.
Aquí los vemos en el primer taller de murga
realizado en París.
Pero el veterano músico y pintor argentino no había tocado nunca en España, ni había expuesto sus cuadros.
Ariel, moviendo hilos, consiguió armar la gira y montar una
gran exposición de Cáceres en el Monasterio de Veruela, compartiendo cartel con Ana Godel y Martín Vega, con el título: Tres argentinos hoy de la profunda Buenos Aires.El debut español fue en las Noches de Juglares:
Tangos negros, Cáceres, piano y voz, con Prat, bombo y voz. Luego, con el formato conferencia-recital, seguirían por centros cívicos y por otras ciudades.
Esos años Ariel gustaba firmar como "El Negro Prat".
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Al año siguiente desaparece, es decir que se concentra en Buenos Aires para grabar con Subirá y Pepe Céspedes Los trasplantados de Madrid, y colaborar con La Chilinga, o en los conciertos de Bersuit Vergarabat en el Luna Park. Pero se pone melancólico y empieza a componer en clave de añoranza.
Con el actor porteño Martín Ortiz montábamos en Zaragoza un espectáculo con cuatro largos poemas de César Fernández Moreno: Argentino hasta la muerte. Y le pedimos a Ariel que grabara, como nexo entre escenas, una cancioncilla con la célebre quintilla de Guido y Spano:
He nacido en Buenos Aires
¡qué me importan los desaires
con que me trate la suerte!
Argentino hasta la muerte
he nacido en Buenos Aires.
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Desde 2005 la actividad en España sube en intensidad. Hernán Filippini, otro argenmaño, le acompaña como guitarrista en directo. En la foto los vemos en Valderrobres, actuando en Festival de los Castillos.
Con Gabriel Sopeña como productor, músico y arreglista, comienza a grabar Luna del Pilar en el estudio del ayuntamiento zaragozano, donde contó también con la participación musical de Filippini, Jordi Pegenaute, Javier Estella y el cubano Pedro Vega, un portento de la percusión que esos años fue vecino en la ciudad. Yo recité un poema de Agustín Sánchez Vallés, "Balada de los fumadores de hachís", con el que acompaño a veces los recitales de Ariel en Argentina.
El disco se editó al año siguiente, 2006, pero las instituciones no tienen la distribución como uno de sus fuertes. Con todo, se presentó en varios teatros y funcionó en la venta directa.
La Topera y El Mangrullo -refugio para argentinos en Zaragoza- colaboraron con la producción. Germán Díez hizo lo que en Argentina llaman "arte" y nosotros "diseño gráfico".
Un erudito, Javier Barreiro, glosó el "destino natural" de Ariel en Zaragoza. Y el cantor recordó las canciones con letras prestadas por autores de la tierra: Alonso Cordel, Grassa Toro, José Mª Romero, Mario Moros...
Las canciones de Ariel se mezclan en el disco con las creadas por Sopeña con J.M. Montes (Orgullo de barrio, En el jardín del Edén) y con Melodía de arrabal, de Gardel y Lepera. Otras, rinden homenajes: a Mauricio, a Laura, a barrios zaragozanos (La Magdalena, Delicias), a bares (La Estación del Silencio, La Caja de los Hilos...).
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También en 2006, coincidiendo con que Ariel vivía en Huesca, pensamos la posibilidad de dar un paso más en la difusión de la murga porteña. Llevábamos ya varios años programando para el ayuntamiento un festival de oralidad: Huesca es un cuento. Su carácter internacional nos permitía, algunos años, traer artistas desde lejos. Le contamos a Luis Lles la idea de contratar a un representante del movimiento murguero que pudiera lucirse en escena y en sesiones teóricas. Lles no dudó del interés de la propuesta, que encajaba con una característica del festival: presentar expresiones donde la palabra ocupara un lugar
-digamos- complementario, incluso accesorio.
Así, el VII Festival de Oralidad de Huesca presentó a Rubén Espiño "El Gallego". Ariel compuso el grupo escénico con el apoyo de Hernán Filippini y del bandoneonista Javier Giangualani, que, estando en una de sus giras europeas, tocaría el bombo (no llegaba el presupuesto para traer algún virtuoso porteño).
Y días después, la murga volvió a ocupar el escenario de las Noches de Juglares y La Campana de los Perdidos.
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En 2007 y 2008 no para. Participa en Pirineos Sur, un festival señero de las músicas del mundo, lo encontramos con Filippini presentando su disco Negro y Murguero en las FNAC españolas: Valencia, Madrid, Bilbao... Cantando en la Expo de Zaragoza, en otra gira por Francia... Y presentándose en las Noches de Juglares con una banda extraordinaria: Pablo Nemirovsky, Salvatore Rossano, Martín Bruhn y Filippni. ¿Repertorio?
Versos negros y lunfardos.
Creo que fue en estos años cuando entidades vecinales e instituciones
distinguieron a Ariel por sus trabajos en pro de la música popular.
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En 2009, con toda la crisis encima, seguíamos como si nada pasara. En el ciclo Poesía con acento de América, Ariel canta textos de poetas argentinos tan dispares como Jorge Luis Borges, Julián Centeya y Adolfo Marino Ponti.
Cuando vuelve por Zaragoza, solemos encontrarlo (somos tabernarios) en La Topera, o en El Mangrullo, donde aparece en estas fotos, con la actriz colombiana Carolina Mejía, o celebrando el cumpleaños del fotógrafo Julio Foster, con Laura, Raúl Terán, Mónica Papalía, Rogelio Ayala, María y Betina. La verdad, no sé que hubiera sido de gente como nosotros sin esos dos mesones en la crudeza de la crisis, cuando comercios y bares se cerraban, proyectos artísticos se clausuraban y profesionales de cualquier rama caían en barrena. Al final, ambos refugios sucumbirían, pero, al menos, murieron cantando.
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En 2010, la editorial Prames edita Cancionero libertario en su colección de disco-libro que dirige Plácido Serrano. El disco cuenta con la intervención de varios artistas aragoneses que interpretan temas anarquistas de diversas partes del mundo. Ariel graba Milonga social del payador anarquista, Milonga anarquista y Sacco y Vanzetti.
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Cuando le pregunto qué hace en el Torquato Tasso porteño, me remite a un vídeo que acababan de colgar. Me sorprende mucho... en él reconozco a Subirá en los teclados y coros, a Nemirovsky al fuelle, a Espiño... también veo con la guitarra española a Nano Campoliette, que siempre me ha fascinado por sus voces de fondo.
Evidentemente, una comunión colectiva extraordinaria e imposible de exportar.
Las Noches de Juglares de 2012 sufren los efectos de la hecatombe económica y se reducen a dos, con artistas de la casa. Ariel participa con textos de Curiosidad y azar, su libro de poemas recién editado por Milena Caserola.
Entre sus versos se entremezclan nostalgias de porteñas y aragonesas, con frecuentes referencias al zaragozano barrio de Delicias.
Por cierto, que su afán de escritor se verá reflejado en los años siguientes con otros libros, como el de relatos Batata negra, o Te alentaré donde sea, con crónicas referidas a su equipo de fútbol, el River.
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Cada tanto, en los recitales colaboramos en escena para dar variedad. Uno de los números que hacemos es el Reír llorando, donde la máscara de Garric se inserta en El final del carnaval.
Ariel vuelve a vivir en Zaragoza, con Laura y, pronto, con su hija Vera. Pero trabaja largas temporadas en Buenos Aires y en París. Periódicamente regresa a Huesca, donde la Sala Genius lo adopta como artista de cabecera.
Es tan dura la "salida" a la crisis que un ciclo que nos encargan en el Bajo Martín turolense lo titulamos En los tiempos de invierno, a imitación de Brecht "¿“En los tiempos sombríos ¿se cantará también?" Ariel cambia su firma y se convierte en "El Juglar Prat".
De 2017 recuerdo una celebración especial: el centenario de Violeta Parra. Fue en La Cartuja Baja. Actuamos en compañía de: Jesús Lucea y Jesús
Escartín, del grupo Adebán, y Alberto Moreno, de Amankay; con nosotros
estuvo la chilena Mónica Díaz, de Mujeres Latinoamericanas en Zaragoza
Inaru. En el acto apareció Martín Ortiz con su equipo .
Otro día, presentamos en la Biblioteca de Aragón el disco-libro De este lado del Plata, una compilación de cantos y ritmos murgueros. Una edición de la Universidad de Avellaneda, donde Ariel imparte "Cultura popular y carnaval en Buenos Aires" en la Licenciatura de Gestión Cultural.
Va a ser, precisamente, su trabajo en la universidad avellanedense una de las limitaciones a su nomadismo. Otro condicionante, su hija Vera, que ha pasado sus primeros años en Buenos Aires y vuelve a Zaragoza con su madre; fruto de la distancia surgirán unas crónicas de ausencia que acabarán en libro.
En 2018 viene a las Noches de Juglares con el guitarrista Nico Pérez, que va a sustituir a Filippini, emigrado a las Islas. Este año también empezará a acompañarle Dolos Miravete, al violonchelo.
Y volviendo a los bares, nos hacemos ahora parroquianos del bar de Patricia, El Boterón, donde hay una guitarra negra a disposición. La peña que se reúne con Ariel, se forma con gente de la música, Dolos, Alicia Fernández, Franco Deterioro, Carlos Malicia, la escritora Merche Llop... O amigos rioplatenses: la actriz Carina Resnisky, el luthier Esteban Pérez Esquivel, el escritor Guillermo Pellegrino... A veces, alternamos con otros garitos del barrio madalenero, como El Gallinero o El Entalto, donde también se hacen cosas.
De estos aconteceres suele dar noticia Ariel en la radio Del Plata, donde tiene el programa Sanatario1030, junto a Diego Arvilly, acompañados por María Maratea. La pandemia nos vuelve a dejar en pelota picada. Había llevado años remontar la crisis comenzada en 2008. ¿Qué caramba hacemos? Como las clases pasan a ser telemáticas, Ariel consigue llegar a Zaragoza. Algunas actuaciones, pero tanto en 2020 como en el siguiente, van a ser con cuentagotas.
Se edita
La niña que sueña en la ventana. Son las crónicas que ha ido colgando en su página de facebook, sobre la relación telemática con Vera. Anunciamos la presentación del libro en la librería La Pantera Rossa, pero un cambio en los horarios permitidos obliga a la suspensión del acto.
Una tarde, lo despedimos pues se va con Nico a Berlín. Al día siguiente, lo recibimos, pues, con un pie en el avión, se suspende todo en Alemania.
Barcelona tiene periodos menos restrictivos y pueden actuar en la Cueva de Lobos.
También en Noches de Juglares, donde comenzó con el Duerme negrito, acompañado por la curiosa Orquesta de los Títeres Muertos. Luego con Nico, Dolos y el baile murguero de Vera, en Murguerita, que desató las emociones del público.
Este verano pasado fue a Caspe y conoció un tesoro oculto, La casa de las burbujas azules.
Con todas las limitaciones de la pandemia, estos dos últimos años ha conseguido atraer a su público a La Bóveda. En la serie de actuaciones realizadas, ha contado con músicos y actores de esta su casa: Dolos, Carina, Esteban, y yo mismo, complementando al, ahora, "Juglar Griot Prat".
¡Ea! Ojalá que sigamos dando motivo para hablar de estas nuestras cosas en el futuro, si es que lo hay.
PD:
Luna del Pilar (Un porteño en Zaragoza) puede encontrarse en las plataformas digitales.
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