ORATORIO DEL AIRE
quieren saber tus íntimas verdades,
danzan alrededor de tu presencia,
palpitan en el todo y la nada de tu ser.
los augurios sonoros del silencio,
y lentamente imprime su sentido.
y su mundo es tu mundo.
Este "Oratorio del aire" es uno de los poemas que José Verón Gormaz (Calatayud, 1946 - 2021) escribió para La cadencia del mundo, libro colectivo de homenaje a su amigo Rosendo Tello, que Verón no ha llegado a ver.
Fue Premio de las Letras Aragonesas en 2013, entre las muchísimas distinciones recibidas en vida, no solo por su literatura, también como fotógrafo y erudito.
A finales del siglo pasado, me encontraba grabando poesía cubana en Cienfuegos. Una tarde apareció Miguel Cañellas por el estudio para preguntarme por Verón, pues le habían premiado en La Habana y, siendo aragonés, quería que hiciera una semblanza para la radio cienfueguera. Y allí que me fui, para hablar de su renovada poesía epigramática y de la huella que Marcial había dejado en nuestro paisano. Pero el premio otorgado era de un certamen internacional de fotografía y yo, ¡glub!, que solo conocía la faceta poética de Verón, hice una magnífica demostración de estar in albis.
La fotografía de Verón que acompaña estas líneas fue
realizada por Miguel Sanz. Tomada de elpollourbano
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Miguel Ángel Marín Uriol (Zaragoza, 1945 - 2021) fue un reconocido maestro de la repostería. Ejerció en La Esperanza, pastelerías zaragozanas de sabroso recuerdo, y más tarde recopiló su experiencia en un libro, Laminerías, donde recorría tres siglos de la pastelería en Aragón.
Tuvo amigos del mundillo literario, como Ángel Guinda y su peña de los años oscuros, pero la llave que le introdujo a la poesía fue el encuentro con Rosendo Tello, que en 1980 ofrecía su magisterio en el Ateneo de Zaragoza. Tres años más tarde, con prólogo de Luciano Gracia, debutó con Los Dédalos del Humo, de allí tomamos la foto. Desde entonces, publicó más de 40 libros: novelas, ensayos y poesías. Antón Castro habló de ello.Impulsó varias asociaciones culturales, como la de Amigos
del Libro, o la Tertulia Fuente de las Mentiras, imprimiendo dinamismo a la
vida cultural zaragozana. Hasta sus últimos días, con su Galatea, Inma
Marqueta, editó libritos artesanales dedicados a poetas y amigos. Joyas.
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De Raimundo Lozano (Torrubia de Soria, 1931 - Zaragoza, 2021) guardo un primer recuerdo de juventud, cuando quería incorporarme al mundillo literario.
En el otoño de 1971, dos amigos algo mayores que yo, Arturo Ansón y Carlos Medrano comenzaron a llevarme a las presentaciones de libros en el salón de plenos de la DPZ. El primer día, al término del acto, bajamos las escalinatas y aguardamos el desfile de los escritores que conformaban la constelación poética local. Entre Carlos y Arturo, me fueron indicando los nombres de los que bajaban por las escaleras de la plaza de España. . Yo alucinaba: Rosendo, Luciano, Raimundo, Benedicto... nadie tenía un nombre así en mi colegio. Allí vi, por única vez, a Julio Antonio Gómez.
En un corrillo, Miguel Luesma comenzó a discutir amigablemente con Luciano Gracia y Pilar Delgado; pronto se unieron Guillermo Gúdel y Raimundo Lozano. Parecían ser, o estar, muy serios, por no decir tristes
Mientras algunos se dispersaban hacia el Coso, o a coger un tranvía en la plaza, el grupillo de Luesma y compañía parecía encaminarse por Independencia. Digo "parecía" porque lo mismo se detenía, que avanzaba, que retrocedía. Semejaba una tertulia ambulante de guerrilleros atacantes y defensores de no sé qué.
Carlos dijo "van al Pozal", así que nos encaminamos hacia la plaza del Carbón para esperar a la comitiva bebiendo. Pero no aparecían y, tras media hora de espera, salimos del Pozal para irnos a casa. Cuando entramos en Requeté Aragonés nos tropezamos con las voces de la Delgado (en el argot artístico se permite nombrar así), de Luesma y de Luciano. Tras ellos, Lozano y Gúdel dándose codazos cómplices, reprimiendo las carcajadas. Serían serios y tristes quizás, pero sabían reírse. La discusión era por culpa del soneto clásico. Volvimos al Pozal.
De esa tarde-noche guardo una servilleta con apuntes de cosas que decían. Aparentemente, estaban los cinco de acuerdo en la bondad de los sonetos de Rubén, de Neruda, de Hernández, y aún de otros más modernos y transgresores. Pero entre los sonetos de Góngora y los de Quevedo, no se ponían de acuerdo en los encomios. En estas, llegó a la tasca un amigo de Carlos, el pintor Aransay, que formaría un frente aparte, claramente gongorino, con la Delgado.
Las maneras de los contendientes se parecían a las discusiones futboleras. De hecho, de verlos sin oírlos nadie dudaría que era una disputa de forofos muy forofos ¿de dos equipos rivales? O del mismo equipo, pero disintiendo en cuanto a la alineación ideal. Como si dijéramos:
-No te acuerdas de aquél endecasílabo que metió Quevedo en el último terceto?
-Nadie ha dicho que "polvo serán, más polvo enamorado" no fuera el mejor tanto de aquella temporada. Pero el que metió Góngora ...
-Calla, hombre, calla, que lo de "en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada" estaba en fuera de juego...
-Sí, se lo quitó a Quevedo de los pies. No lo vio venir.
No, no estaban locos aquellos mortales. Su ejemplo invitaba a olvidar el fútbol y dedicar la vida a discutir cosas serias como aquellas.
Raimundo publicó muchos versos y prosas estimables. Dirigió con Luciano la revista Poemas. Esporádicamente fui coincidiendo con él en la Tertulia Miguel Labordeta.Los últimos años, nuestra contertulia Berta
Lomban ha ido informando de su compañero, de su salud y ánimos. Antón Castro
recogió la noticia de su muerte. Pena.
La fotografía de Raimundo y Berta está tomada de la fonoteca de poesía.
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Algunos años, el Día del Libro nos pilla en Buenos Aires
actuando en el Encuentro Iberoamericano de Narradores que se celebra en el
marco de la Feria del Libro. La Embajada de España acostumbra a celebrar una
comida alrededor de ese 23 de abril, donde reúne varios participantes españoles
en la Feria. En tres ocasiones fuimos favorecidos con esa deferencia. La
última, en 2008, Carmen Orte, Goyo Maestro y yo asistimos puntuales. El
embajador era Rafael Estrella, y su esposa se encargaba del protocolo. En la
copa de bienvenida saludamos a Natu Poblet, de Clásica y Moderna, que servía
siempre de conexión cultural para la embajada. Luego hicimos corrillos: Goyo,
con García Montero, conocido de sus años como tanguero en Granada; Carmen con
la embajadora y con Almudena Grandes; y yo con Estrella y con José Sacristán, a
quien felicité por su boda, pretendidamente secreta, celebrada dos días antes.
Hoy, que media España llora la muerte de Almudena Grandes
(Madrid, 1960-2021), la evoco en esos días dedicando sus libros durante horas, agotada,
pues la fila de sus lectores nunca disminuía.
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Todo se mezcla cuando caen los muertos sobre las teclas. Escribir sobre ellos –aunque sean anécdotas- es querer prolongarlos un poquico más.
en que ha perdido la vida.
Solo sabrá que es finado
cuando la gente lo olvida.
(Alberico Mansilla)
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