16 de marzo de 2019

Ramón Menéndez Pidal (1869-1968)

Muchos libros de Menéndez Pidal descansan en nuestras bibliotecas. Especialmente queridos por nosotros: Flor nueva de romances viejos, Los romances de América y Poesía juglaresca y juglares. 

En esta fotografía lo vemos junto a María Goyri, en su viaje de bodas que consistió en recorrer la ruta del Cid.



Se cumplen ciento cincuenta años de su nacimiento. Bueno es saber los acontecimientos que preparan entidades académicas y organismos culturales.

De todo ello hace un detallado recuento la Fundación Ramón Menéndez Pidal, según relata su presidente, Jesús Antonio Cid. Copiamos aquí lo referente a ediciones de libros. El resto de artículo, con información de exposiciones y coloquios previstos, puede leerse aquí.

(...) La Fundación Ramón Areces ha patrocinado la edición del «Romancerillo
de Salónica» que en plena Guerra Civil reunió Maximo Kahn, un judío alemán,
no sefardí, pero radicado en Toledo, enamorado de la cultura medieval judeoespañola,
y nombrado cónsul de la República en la ciudad griega. Allí propuso
que el Ministerio de Estado publicara un Romancero sefardí para sefardíes, no
para españoles ni para hispanistas. La idea fue aceptada y Máximo Kahn preparó
ese romancerillo con criterios selectivos estéticos muy personales. La derrota
de la República impidió culminar la edición, pero los materiales reunidos le llegaron
a Menéndez Pidal y son los que ahora se publican. En la presentación del
libro, en el auditorio de la Fundación Ramón Areces, esta previsto un coloquio
a cargo de especialistas en la cultura sefardí, y un concierto de música sinagogal
y tradicional judeo-española.
También en coincidencia con el bienio, esperamos que salgan a luz al menos
cuatro obras, que la Fundación considera de importancia crucial para el
patrimonio cultural hispánico, y que han requerido largos años de preparación:
Las dos primeras suponen la reanudación del Romancero Tradicional de las
Lenguas Hispánicas, paralizado durante treinta años: son la edición de los volúmenes
del Romancero del Cid y de La muerte del príncipe don Juan.
Que el Romancero del Cid, icono, para bien e incluso para mal, de lo hispánico,
esté sin publicar en edición solvente y rigurosa, a la altura de 2018, cabría
calificarlo casi de vergüenza nacional. Es un estado de cosas que, esperamos,
por fin se podrá subsanar. La muerte del príncipe don Juan, por otra parte, es
un romance tótem para Menéndez Pidal y su familia; su casual hallazgo por
María Goyri en 1900 revelaba la supervivencia del romancero oral en la Castilla
nuclear. Pero el romance es además un ejemplo máximo de la variación creativa
y del arte de la refundición en la poesía narrativa tradicional. El luctuoso hecho,
la tragedia que supuso la muerte del heredero de los Reyes Católicos en 1497,
ha conservado abundantes rastros de historicidad que se manifiesta en las más
de 500 versiones del romance hoy documentadas, pero no menos evidentes son
las invenciones y desarrollos novelescos del todo ajenos al suceso de fines del
siglo xv.
La tercera obra es la edición de la correspondencia de Menéndez Pidal y Américo
Castro, que me permito adjetivar como el corpus epistolar más importante
para la filología española del siglo xx, y para la propia historia cultural española.
Son trescientas cartas, varias de ellas muy extensas –de seis y más folios–, escritas
a lo largo de casi cincuenta años. En ellas y en un diálogo siempre sincero
y a veces muy tenso, vemos desfilar, en un amplio panorama las apreciaciones
sobre sus contemporáneos, desde Alfonso XIII y Manuel Azaña a Unamuno y
Ortega, a toda la romanística y el hispanismo europeo y americano; y vemos
surgir anticipadamente los elementos básicos de la teoría histórica de Castro,
forjada en contraposición a los puntos de vista de su maestro en el desgarro del
exilio.
Una última obra, muy distinta, que la Fundación confía en publicar es el
libro inédito de Menéndez Pidal sobre Marcelino Menéndez Pelayo, escrito en
1914, y corregido incesantemente por don Ramón hasta la década de 1950, sin
que llegara a darle la mano definitiva. Se trata de una aproximación a la personalidad
intelectual y humana de Menéndez Pelayo, trazada por su discípulo más
insigne, y un examen riguroso de toda la obra de don Marcelino; examen, claro
está, ponderativovo, pero no hagiográfico ni exento de crítica. Es un libro que
ha requerido una compleja preparación, por los abundantes pentimenti a lo largo
de todo el texto, dobles y triples redacciones de varios capítulos, cambios de
ordenación, etc., y por la copiosa anotación que ha sido necesaria. (...)
 Jesús Antonio Cid
Boletín de información lingüística de la RAE, nº 11, 2019)
  


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