No midas la razón, deja a la mano
que como un duende juegue con la idea.
Dentro de cada cuadro nace el hombre.
Tierra eternal, su tiempo llega y pasa.
(Del
poema “Aransay” de Miguel Luesma Castán)
Una
nueva editorial asoma en la ciudad al amparo de la Librería El Baúl de
Melquiades. Tiene la vocación de sacar a la luz libros poco convencionales,
raros. Su nombre evoca a Macondo.
No
pretende competir en ventas, quiere preservar originales con valores al margen;
ediciones de pequeñas tiradas que, en principio, solo se venden en la propia
librería, sita en el 16 de la calle Las Armas, calle de resonancias
épicas y literarias (Gabriel García-Badell: De La Armas a
Montemolín).
Para
empezar, este Baúl de Melquiades ha recuperado los poemas escritos por el pintor Ángel
Aransay alrededor de 1980 y que habían sido confiados a uno de sus amigos
de la noche zaragozana, el bibliófilo Santiago Gómez Laguna.
El galgo pensativo
Es
uno de los personajes del grabado de Durero Melancolía I.
Aransay conoce bien las interpretaciones
de los símbolos dibujados: los instrumentos del hombre para la construcción,
medición y cálculo; Natura
desplegando un arco iris lunar; el ángel grande y el angelito; las geometrías, claras
como la esfera o confusas, como el poliedro y el espectro que refleja; el
cuadro mágico que suma 34 en cualquier
sentido… símbolos que reflejan las graves cavilaciones filosóficas de Alberto
Durero, renacentista trascendente.
Aransay medita sobre el tema, fija su atención en el galgo acurrucado y ve algo que nosotros no vemos: su reflejo en la esfera. Ahí empieza el poeta su andadura. Más allá de la maestría en la métrica, el poeta es un descubridor que revela sus visiones.
Melancolía (Durero)
El
galgo pensativo se refleja en la esfera
bajo
un poliedro herido por un rayo fugaz,
una
mágica suma se despliega en el ábaco
y
el murciélago chilla su aviso vespertino.
Entre
los pliegues rígidos y las plumas tersas
se
abre el compás centrando una mirada ansiosa:
ante
tantas preguntas que impone la certeza
el
genio coronado consulta a una estrella.
Flota
en el ambiente la desolación serena
de
conocer la verdad sin aspirar a premio,
sin
falsas ilusiones que alteren la pupila
del
galgo pensativo reflejado en la esfera.
Goya,
Caravaggio, Veronese, Venecia… son otros pintores, otras arquitecturas, que
pueblan la primera parte del poemario. Son las Estampas.
Siguen
las Improntas, que comienzan con una reflexión de inspiración lopesca sobre la
técnica del verso clásico.
Unir
palabras surcadas por el viento,
engarzar
ideales entre rimas,
arriesgar,
evitando aquellas simas
donde
silba infeliz un torpe aliento.
Guiado
por el golpe del acento
para
acertar la música que estimas,
pesas
palabras, los finales limas
y
dotas a la voz de movimiento.
Pulsen
tus dedos teclas en la máquina
o
anotes feroz fragmentos inspirados
en
un trozo de papel a la ventura,
poco
a poco cuajando va la página,
los
fragmentos primeros hilvanados,
su
limpia perfección de arquitectura.
Borracho
de engastar los versos en silvas y sonetos, el poeta siente que le falta el
aliento de la Idea y reflexiona de nuevo, cual Cervantes quejoso con las musas
carentes de piedad.
Medido
sin esfuerzo me saliera
cada
verso, y las rimas con soltura,
los
acentos colocara en la postura
que
al oído grato son le dieran.
Quedaría
el modo de encontrar manera
de
sacar de mi mente seca y dura
el
modo de crear cada figura
nueva
y global, tallada en la cantera.
Pues
si de nada sirven vestiduras
de
ricas sedas ni de joyas caras
cuando
adornan a monas volanderas,
menos
valdrían metáforas, figuras,
ágiles
versos con sus rimas raras,
si
de nobles ideas carecieras.
En
1980, tiempo en que Ángel Aransay escribía estos versos, sucedió en Zaragoza un
terremoto poético protagonizado por uno de sus amigos literatos, Ángel Guinda. Fuentes
de Vida Ávida fluyeron aguas de Ángel
a Ángel. El siguiente poema se inspira en uno de Guinda, “Te seguiré queriendo”,
que empezaba: “Cuando pasen los aviones por el cielo azul / te seguiré
queriendo.”
Si…
(A
Ángel Guinda)
Cuando
se atreva el hombre, cuando se atreva,
el
varón será más tierno, la mujer más segura,
los
niños serán prudentes, la vejez inocente,
cuando
se atreva el hombre, cuando se atreva,
las
pieles serán más tensas, los músculos más suaves,
las
pasiones más puras, los amores ardientes,
cuando
se atreva el hombre, cuando se atreva,
los
bronces serán sonoros, los versos cristalinos,
los
colores más rítmicos, polícromos los cantos,
cuando
se atreva el hombre, cuando se atreva,
la
justicia más dulce, los premios más cabales,
y
el mundo será más pleno, la alegría más grande
La
ciudad, la noche y el amor son escenario donde triunfa la soledad, peaje del vivir independiente.
Soledad,
si no hacemos otra cosa
que
ignorar lo posible tu presencia
será
por no aceptar que eres la esencia
de
nuestra interna materia dolorosa.
Aunque
la gente se enlace temerosa
a
lazos varios, bastará la ausencia
de
un nudo para ver con evidencia
el
vacío que te hace poderosa.
En
vez de luchar tan vanamente
por
alejar tu sombra implacable
del
oculto rincón de nuestra mente,
mejor
será tenerte como amable
compañera
de lealtad presente,
arma
de libertad inexpugnable.
Cuadro de Aransay en el escenario de La Campana de los Perdidos. Zaragoza |
Aransay
acaba de cumplir 70 años. Sus pinturas han acompañado nuestra juventud y la de
quienes nos siguen, haciéndonos mirar manos, rostros y escenas que nos subyugan
no sabiendo el porqué. Como la poesía.
Nunca imaginé que Aransay tuviera también mano para la poesía. Gracias por el descubrimiento.
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