15 de enero de 2020

Vuelve Berta Singerman (II Fuentes)

En las notas biográficas esbozadas en el artículo anterior, no se dice cuándo nació Berta Singerman. Se han dado tres fechas distintas: 1908, imposible; 1903, la más recurrente; 1901, la más probable.

Empezando por ahí, es difícil establecer una cronología detallada, cosa importante  para poner en orden sus recorridos, sus repertorios y la selección de programas según el lugar y el público. La Mistral advertía al respecto: 
Los programas de Berta, que a algunos se le antojan como accidentales y cosa sin norma, van siempre gobernados por una doctrina, y no le hacen a la circunstancia sino pequeñas concesiones.
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Recordemos que en nuestra obra la acción sucede en un teatro de México, en 1960. Allí, Berta Singerman invita a un recitador español a compartir una función. Otra línea de estudio ha sido, pues, la concerniente al lugar (México), momento (1960) y circunstancias del antagonista (exiliado español).

Había que establecer rasgos del carácter de la protagonista, principalmente, y también del resto de personajes; forma de actuar y pensar, etc. 


Estas inquietudes, como es normal, nos han llevado a libros, archivos y hemerotecas Sin embargo, para cumplir el objetivo de interpretar las creaciones de Singerman, han sido esenciales las grabaciones fonográficas. En fin, aquí hablamos de algunas fuentes.


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Mis dos vidas (Berta Singerman, Ediciones Tres Tiempos, Buenos Aires, 1981) es la autobiografía del personaje y de la persona (dos vidas), escrito/dictado con tacto y buen estilo.  Con rico anecdotario y relatos de gran interés para la historia literaria y teatral del siglo XX. 
Eso sí, no hay muchos detalles de repertorio, técnicas interpretativas o cosas del oficio. 
Como en cualquier historial, en Mis dos vidas también hay silencios interesantes. Muchos recuerdos se corroboran fotográficamente, aunque sin datar el año. 
¿Venganzas pendientes? Casi no se notan. Los continuos éxitos (teatros llenos durante décadas, agasajos, premios y distinciones, amistades con gente de pocos amigos, etc.) de su carrera ya son suficiente bofetada a quienes la cuestionaron. 


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Cuarenta años antes de Mis dos vidas, César Tiempo había publicado una biografía novelada: La vida romántica y pintoresca de Berta Singerman (Buenos Aires,  Ed. Sopena, 1941) cuando estaba a mitad de su carrera.

Existen otros libros dedicados a la artista, con poemas, fotografías, cuadros y dibujos, de diversos autores y editados en varios países.  Entre los primeros monográficos en aparecer, este Berta Singerman (separata de la revista Seara Nova, Lisboa, 1928).


Muy interesante es la antología Poesía Universal (Siglo XX, Buenos Aires, 1961) por cuanto que, siendo libre selección de Singerman, revela sus querencias en 560 páginas.



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Mis dos vidas es fuente importante para la obra, pero no para el recital que se ensaya en ella. De hecho, habíamos comenzado a trabajar en torno a sus interpretaciones antes de leerlo. Porque materiales en torno a Singerman se encuentran dispersos por aquí y por allá. El disco de la foto nos apareció en el Rastro de Zaragoza hace unos veinte años. 

La discografía de Singerman es difícil de establecer. Aparecen vinilos en muchos países, y no consta estudio de grabación, ni fecha, en la mayoría. Pero, eso sí, hay al menos 60 vídeos (audio de discos con fotos de fondo; algún reportaje) colgados en youtube por un admirador o admiradora, sin datar. Aquí su lista de reproducción. 

Como en Poesía Universal, en los discos hay de todo, pero en todas las grabaciones están sus estilos. La abundancia permite observar distintos tratamientos de los textos, de sus ritmos y sonoridades.

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La Biblioteca Digital Hispánica ofrece seis discos fundamentales, grabados entre 1928 y 1931, publicados en España.
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Con Carina Resnisky nos dividimos el trabajo previo y la búsqueda de materiales tanto en Argentina como en España. 

Para nuestro propósito (hacer una obra de teatro) ha sido importante tener acceso al archivo personal de Berta Singerman en la Biblioteca Valenciana  Nicolau Primitiu.







Del Archivo Berta Singerman
Buscábamos la intrahistoria del “milagro Singerman”: poemas con anotaciones; proyectos esbozados; correo profesional; y repertorios, principalmente. 

Tras el estudio del inventario, la Biblioteca nos facilitó un muestrario suficiente para establecer algunas certezas.






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Las entrevistas, anuncios, comentarios y críticas en la prensa son valiosos documentos. Muchos de estos materiales se encuentran en las hemerotecas digitales de los periódicos, o de las bibliotecas nacionales de casi todos los países hispanos y lusos. Como podrá comprobar el curioso, en Brasil, por ejemplo, fue noticia durante décadas. Para bien...


Revista A escena muda, Río de Janeiro, octubre 1934
Diario Carioca, Río. 15-3-1931

O para no tan bien. Pues se llegaron a hacer encuestas en la prensa de Río para establecer las claves del fenómeno Singerman y la idoneidad -o no- del teatro de cámara que proponía.




 Notas periodísticas? Se pueden encontrar un ciento! 

Compartimos aquí un material de trabajo excepcional. Lo escribe un periodista primerizo, que ha visto los dos primeros recitales de Singerman en España (en La Razón de Buenos Aires en Madrid, y en el Teatro de la Comedia). El plumilla es escritor (pronto será conocido por una novela, Imán) y, aunque joven (24 años) parece estar a la última en cuanto a inquietudes estéticas del momento. Razona y penetra en el tema. Al final, el crítico, que es nuestro paisano Sender, se pregunta (curiosidad que compartimos) qué pensaría Ramón Menéndez Pidal de la juglaresa Singerman.


Cosas de arte por Ramón J. Sender

La juglaresa Berta Singerman en Madrid

(Heraldo de Aragón, 3 de diciembre de 1925, pp. 1 y 2)
En la activa ruidosidad de este otoño, que, como todos los años, celebra en el Retiro su amarillo milagro de crisopea, ha llegado de tierras lejanas pero familiares un nuncio gentilísimo trayéndonos el motivo imprevisto de la temporada. Es un nuncio de buenos auspicios para la lírica española. Berta Singerman, la genial artista argentina, llega a Madrid con el caudal precioso de su sensibilidad para revivir en la Castilla de los juglares lo que de alto y prócer tuvo la función juglaresca en los tiempos del Libro de buen amor. Berta Singerman resucita una modalidad arcaica del arte: recita versos. Arcaica, en lo que ese ejercicio tiene de espectáculo industrializable; eterna, en su religioso empeño de armonía. 
Al conocer la noticia de su llegada se produjo un primer movimiento de sospecha. La poesía más adecuada para la declamación es la que enfila su intención a las vísceras y no al cerebro. En esta clase de lírica que los románticos cultivaron hasta la saciedad, no siempre con resultados estimables, pero sí con un fervor que salvaba de mayores pecados, hay un riesgo: entre renglones, en las interlíneas, se oculta con frecuencia el germen maligno de la cursilería, como en el reverso de todo propósito de sublimidad.
El diablillo del ridículo, dispuesto a hacer una cabriola en cuanto la temperatura sentimental del lector descienda un poco, tiene su mejor elemento en la declamación. Y ese diablillo se interponía entre nuestra devoción y Berta Singerman, a quien conocíamos por minuciosas referencias de la prensa americana.
Después, oídos sus acentos en la fiesta familiar que la redacción de La Nación de Buenos Aires en Madrid le ofreció, y en la primera sesión del Teatro de la Comedia, nos hemos sentido captados por una doble tiranía: la del sentimiento y esa otra más reflexiva de la valoración estética fría, cerebral. Este vasallaje no es fenómeno de una sensibilidad abierta a las influencias líricas. 
Pasaron los tiempos de la buena fe, de la fe en los libros cerrados. Cuantos asistieron a estas sesiones participan del mismo absoluto fervor. Madrid no recuerda caso igual de facultad asimiladora, de expresión, de fuerza patética, de ponderada exactitud en el matiz y, en resumen, de capacidad para la figuración poética. 
Berta Singerman nos ha ofrecido una fiel encarnación de la idea matriz que sigue luciendo sobre las tumbas, tan distintas, de Rubén, José Asunción Silva, Edgar A. Poe, Carriego, el Arcipreste de Hita, Rostand, Piferrer, y que alienta en la gloria de nombres de hoy como los de D’Annunzio, Juan Ramón Jiménez, Rabindranath Tagore, Alfonsina Storni, Lugones. En estas sucesivas encarnaciones nos ha confirmado la verdad de un valor estético independiente en cierto modo del de creación: el valor fonético, sensorial, de la frase, de la idea materializada. Ese valor que Eça de Queiroz ridiculizó en una reciente carta inédita hablando «de los versos sinfónicos, transparentes, de contactos de aurora», sin pensar que, involuntariamente, había de «incurrir» en el mismo pecado cuando le ganara la cansina ansiedad de un «ideal de superación», de imposible perfeccionamiento en lo sobrehumano.
Es la de Berta Singerman una materialización no divergente como suele ser siempre la del intelecto, sino licuada y fundida con él, bajo el calor de las correspondidas simpatías entre la inspiración y la función mecánica. Este valor está más cerca del público que el que puede ofrecer su contenido de tipografía. Los espectadores de formación elemental, no iniciados en las voluptuosidades de la idea, no podrán menos de recoger en los sentidos esas vibraciones cuya emoción se ha escapado al espíritu sin perder nada de su virtud conmovedora. La pureza de los medios que Berta Singerman utiliza hace posible esta excepción. 
Es frecuente, por otro lado, la impresión sensual y directa de la belleza de un poema sin necesidad de captar su esencia imaginativa. En resumen y sumariamente puede afirmarse que la gran recitadora pone al alcance de todos los temperamentos la verdad estética de los mejores poetas de las literaturas más blasonadas.
El Arcipreste, declamado en un ingenuo tonillo de pregón provenzal, recibe la expresión plástica que el más avisado pueda imaginar al leer las donosas juglarerías de nuestro romance. Juan Ramón se hace en labios de Berta Singerman más diáfano y claro, de un humanismo tibio y confortador. Y Rubén, lo que Rubén tiene de parnasiano atildado vibra con mayor sonoridad, inundando el aire de la sala con el rutilante esmalte de sus imágenes. Llega a todos los corazones el milagro de expresión de la juglaresa argentina, identificando el sentimiento sobre las diversas formas de interpretación de cada oyente y haciéndolo más intenso al conseguir su coincidencia en una misma gradación. La recitante logra así superar el objeto del poeta, ya que conserva su concepción pura y la universaliza. 
Berta Singerman ha devuelto la vida a un viejo mester añadiendo a sus originarias bellezas las cualidades que esta torturada imaginación del siglo XX, insatisfecha y descontentadiza, habría de exigir a sus nuevos oficiantes… Querríamos conocer la impresión que Berta Singerman ha producido al señor Menéndez Pidal a propósito de esto de la juglarería. Sin duda su comentario tendría todo el valor que la condición del antiguocatador de vinos clásicos es capaz de prestarle. El nuestro, obscuro y modesto, es una proposición que por su misma inmaterialidad hay que dar por aprobada y realizada: en el vino blanquinoso y recio de la juglarería medieval hay que mezclar hoy este sorbo de las viñas del Plata que nos trae Berta Singerman con un gesto de todos los tiempos y —como diría Rubén— en “un repujado cristal de España”.
R. J. Sender 

Hemos optado por reproducir aquí el artículo íntegro porque, simplemente, nos parece que señala las bases para penetrar en la estética de Singerman y en la respuesta emocional del público. La noticia del artículo nos llegó a través del estudio de José Domingo Dueñas  Ramón J. Sender -Periodismo y compromiso (1924-1939)- (Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 1994) y el texto completo lo encontramos en Ramón J. Sender en el Heraldo de Aragón: prehistoria, regreso y reencuentro  de Juan Domínguez Lasierra (Alazet, Revista de Filología, I.E.A., Huesca, 2016).

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No hay muchos trabajos académicos en torno a Singerman, pero nos ha sido muy útil: Valle-Inclán y Berta Singerman: la renovación del arte escénico, de Rosario Mascato Rey, publicado en Anales de la Literatura Española Contemporánea (2002). Y, para certificar ciertas intuiciones, el de José Miguel González Soriano en su trabajo de Tesis: Luis Bello, vida y época su producción periodística y literaria (Madrid, 2016). 

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Y así como destacábamos la importancia de sus grabaciones, no es menor la iconográfica. Apuntes y desarrollos gestuales. Como estos recogidos en Mis dos vidas:


del artista cubano Andrés (García Benítez) que sabía de teatro (escenógrafo; fue figurinista del recitador cubano Luis Carbonell, el Acuarelista de la poesía antillana) y gustaba de la poesía oral.
Andrés
Luis Carbonell












Los dibujos de Andrés servían a Singerman para meditar en torno a la plasticidad propia y medirla con la de Isadora. 
Lo cierto es que muchos artistas quisieron reflejar su gestualidad, su genio: Barradas, Diego Rivera, Vázquez Díaz, Foujita, Bagaria, Kantor, etc. recogidos en Berta Singerman -vista por-  (Ed. Fábula, México, 1933)


De Barradas, en un programa de mano. 
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Hemos repasado manuales en boga hacia 1900, como Tratado de tratados de declamación de Luis Millá Gacio (Biblioteca Teatro Mundial, Barcelona, 1914), Manual de Declamación Española (Tipografía Díaz y Carballo,Sevilla, 1894) de Enrique Funes; o las lecciones de James Freire, Coquelin, y más.
El realismo escénico a la luz de los tratados de declamación de la época (Anthropos, 1988) de Jesús Rubio Jiménez, como posible brújula. 
De Tomás Navarro Tomás hemos repasado El arte del verso (Colección Málaga, México, 1959). Resuelve entramados métricos de la época. Navarro era buen conocedor de los recitadores y pensaba como Antonio Machado sobre la materia. Habla Navarro:
(...) A su vez los profesionales de la declamación suelen alterar las condiciones normales del verso bajo la influencia de sus particulares ideas, hábitos y temperamentos. (...) En general el modelo que importa tener presente es el de una lectura clara y natural, moderada sin monotonía y expresiva sin afectación (...) 

El ambiente teatral de la época en países americanos lo hemos pulsado con libros como La vida de un comediante (Letras Cubanas, La Habana, 1981) de Enrique Arredondo, Bernabé ; y el español con Memorias íntimas del teatro de Francisco Flores García, Córcholis (Sempere y cía editores, Valencia, 1914).
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En el siguiente artículo trataremos de nuestra obra, y entraremos en detalles.

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