29 de marzo de 2015

En España. El teatro y sus días. Usted sabrá.


Decían, cuando preguntábamos a los que estaban antes de las últimas elecciones, que la crisis serviría para la reconversión del sector, que había crecido desmesuradamente, y que sobrevivirían los que se acomodaran al mercado. No quisieron ni pensar (tuvieron casi tres años para hacerlo) en intentar algo, no sé, avisar de lo que estaba pasando, ayudar a planificar el nuevo escenario de batalla, qué sé yo.
Recuerda usted aquel chiste de Eugenio que diu:  Va uno a consultar al adivino y llama a la puerta. El adivino pregunta -"¿Quién es?" y el otro se da media vuelta diciendo -"Vaya caca de adivino". Pues eso.
No voy a perder tiempo en sacarle punta a lo que significa 'crisis' (oí a la ministra de entonces decir la tontería esa de que en chino es "oportunidad"), 'reconversión'  o 'mercado'. Anda que...
Los trabajos vocacionales no encajan en esas teorías y los grupos se atomizan. ¿Había muchos? Ahora hay muchos más... a la deriva, pero muchos más.
Una tierra con mucha gente dedicada al arte es un engorro para la administración. No un tesoro, una complicación.
Vuelvo a preguntar ¿Para qué caramba queremos conservatorios de música, escuelas de artes, teatro y danza? ¿Solo para fabricar operarios que, al ser muchos y no tener faena, sean más dóciles, más baratos? ¿Para ver cómo se despedazan al sol de la sacrosanta competitividad por un hueco en alguna basura televisiva?
Estas semanas he recorrido algunas plazas españolas. Me han requerido colegas que antaño  nos abrían teatros y programaciones donde muchos (muchos) ciudadanos se reconfortaban con cosas despreciadas por el mercado. Hoy nos abren bares, algún aula, algún salón de actos. Qué pasa? ¿Se han cerrado los teatros?¿Son los famosos contenedores sin contenidos? No, pero están para otras cosas, las del mercado, supongo.
Muchos colegas de acá y de allá tienen en muy alta estima el trabajo que hacen por su vocación, subiéndose al escenario, y por la función que desarrollan, moviendo artistas para que el público oiga otras voces. Y si no hay teatro para trabajar, inventan uno en los bajos de una casa o dan las funciones en la tarima de un café.
¿Qué me dice? ¿Que los teatros públicos son nuestros? Amos, anda, no me amuele usted! Eso son cosas que inventan los creativos: tu teatro, tu banco, tu ciudad, tu automóvil, tu partido, tu yogurt... ¿O no se ha dado cuenta que la publicidad se sustenta en los posesivos? Y no estoy hablando de los pronombres que cantara Salinas.
¿Cómo, que no se debe generalizar? Ya lo sé. Pero qué me está pidiendo ¿que sea yo el ecuánime, cuando nos han echado al cubo de la basura, en general? O quiere que le detalle el rosario de desgracias vitales que trae esta oportunísima crisis en los gremios del arte y la escena? O le hable de la degradación, la boutade, la pobreza artística de las propuestas actuales? Pues no tengo ganas, abra los ojos y entérese usted mismo, hombre!
Y claro que nosotros tenemos nuestras culpas. Pero, oiga, las estamos pagando. No sé si me entiende, nosotros las estamos pagando.
Luisfelipe Alegre
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