1 de octubre de 2022

Próximamente

A raíz de la reciente actuación en el patio de la pensión machadiana de Segovia, he ido recopilando poemas del siglo XX que todavía conservo en la memoria. 

El recital lo divido en tres tiempos. El primero cae en el ámbito de la Edad de Plata, hasta la guerra. El segundo contempla la poesía social y las poéticas de los 50; el tercero, el fin de siglo.

Hablo de "tiempos", porque no puedo referirme a escenas, ni a gráficos -como a veces he dividido las recitaciones. No hay escenas porque no hay más actores en escena, ni motivos visuales o musicales. Solo hay tiempo.

Es un trabajo sin atril, sin guión y sin presentaciones.

No he buscado las firmas más celebres. Solo poemas. Poemas que he merecido recordar.  

 Por ejemplo:

LA COMUNIDAD

Gentes en torno mío me sustentan
como los arbotantes. O me odian
o dicen que me quieren como sople
la rosa de los vientos. La familia
es la dulce expresión de que estoy solo
pero sin que se aflijan los extraños.
Se sabe que tenemos una casa,
una cama, una mesa, el hombre juega
a convivir, se mira en los espejos
y a veces le parece que recoge
dentro en su hondura un drama incorregible,
una mirada torva, a eso le llama
retocar su corbata, allí se queda
lo que pensó. Las calles lo reclaman.
Cuánto desconocido, cuánta turba
repitiendo unos gestos sin sentido
a fuerza de tenerlo, extraños todos
unos a otros, llevan en el pecho
una simulación que nada oculta
porque todos sabemos que fingimos
urbanamente al menos, pero en cambio
cuánto placer redunda en los oídos
lo que nos dicen. Vuelvo de la calle
henchido de mi éxito: un amigo
me recreó pasando por el alma
su mano envenenada. El mundo es suave,
es una melodía persistente
que nos proyecta lejos. No te fíes
nos dice el aguafiestas. Y así es todo.
Un constante tejer y destejernos
sin nada dentro, un hoyo, un miedo, nada.
Mejor será subir a la azotea
y contemplar el sol si lo permite
nuestro clima risueño. Más tampoco.
Día desapacible que no entiende
de nuestra angustia, el ansia inconfesada
de saber que algo habrá que nos merezca
llamar vida a la vida, llamar hombre
a tanta multitud indiferente
que pasa, ríe, llora, sufre, espera.

JUAN GIL-ALBERT (1904-1994)

  (De Homenajes e in promptus)

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