Luis Cernuda:
“(…)
La vida siempre obtiene
Revancha contra quienes la negaron:
La historia de mi tierra fue actuada
Por enemigos enconados de la vida.
El daño no es de ayer, ni tampoco de ahora,
Sino de siempre. Por eso es hoy
La existencia española, llegada al paroxismo,
Estúpida y cruel como su fiesta de los toros.
Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo
En creer que la razón de soberbia adolece
Y ante el cual se grita impune:
Muera la inteligencia, predestinado estaba
A acabar adorando las cadenas
Y que ese culto obsceno le trajese
Adonde hoy le vemos: en cadenas,
Sin alegría, libertad ni pensamiento.
Si yo soy español, lo soy
A la manera de aquellos que no pueden
Ser otra cosa: y entre todas las cargas
Que, al nacer yo, el destino pusiera
Sobre mí, ha sido ésa la más dura.
No he cambiado de tierra,
Porque no es posible a quien su lengua une,
Hasta la muerte, al menester de poesía.
(…)
Soy español sin ganas
Que vive como puede bien lejos de su tierra
Sin pesar ni nostalgia. He aprendido
El oficio de hombre duramente,
Por eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero
No volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de ser la mía,
Cuyas maneras rara vez me fueron propias,
Cuyo recuerdo tan hostil se me ha vuelto
Y de la cual ausencia y tiempo me extrañaron. (…)”
Rafael Alberti:
“Se equivocó la paloma,
se equivocaba.
Por ir al Norte, fue al Sur
creyó que el trigo era agua.
Creyó que el mar era el cielo;
que la noche la mañana.
Que las estrellas eran rocío;
que la calor, la nevada.
Que tu falda era tu blusa;
que tu corazón su casa.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú, en la cumbre de una rama.)”
León Felipe:
la casa,
el caballo
y la pistola.
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el mundo...
mas yo te dejo mudo... ¡Mudo!
¿Y cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?”
Etcétera. Y para todos los gustos.
3. DIFUSORES. Alrededor de la poesía hay una suerte de “asistentes” o “secundarios” que contribuyen al conocimiento de los poetas y sus obras: editores de libros y revistas, libreros, rapsodas, cantantes, críticos literarios… Son los responsables de que las obras lleguen a nosotros. La relación de este variopinto gremio de “amplificadores” con los autores, trasciende lo comercial; conocen la intrahistoria de los libros y los deseos íntimos de los autores.
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Bs. Aires, 1948. J.R.J. y Walsh. Arch. S. Facio y A. D'Amico |
4.HUELLAS Y RELACIONES: exiliados de otros países, alumnos, vida social. El caso de María Elena Walsh: viaja de Buenos Aires a Estados Unidos para vivir seis meses con Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez. Walsh tenía 19 años y un libro muy celebrado. Claro, acabó machacada por Juan Ramón. “Duro… sarcástico…cruel.” Claro, gracias a él, conoció lugares físicos y mentales, personas, libros y el silencio. “Me descifró los claros misterios de la canción popular española”
5. DEL INTERIOR AL EXTERIOR. El caso de Chicho Sánchez Ferlosio: sus canciones, las grabadas en Madrid hacia 1960, fueron adoptadas por el entorno del exilio como si se fueran del cancionero republicano de la guerra civil.
6. POLÍTICA.
Las conjeturas de cómo iba a influir la victoria aliada en el régimen de Franco determina los movimientos en el exilio de las distintas facciones de los socialistas, comunistas, republicanos y anarquistas.
La política de Franco para recuperar exiliados comienza con una amnistía en 1945, que fue ampliándose con sucesivos indultos.
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Última Declaración de la Presidencia y del Gobierno de la República en exilio |
En 1947, el Gobierno de la República en exilio, que presidía entonces don Álvaro de Albornoz, queda exclusivamente como responsabilidad de los partidos republicanos. La entrada de la España franquista en la ONU, en 1955, contribuye al aislamiento del Gobierno en exilio, que irá convirtiéndose, en el terreno diplomático, en un gobierno fantasma y, en el popular, en un desconocido. En 1959 los republicanos se fusionan en ARDE (Acción Republicana Democrática Española). Tras las elecciones de 1977 en España, el Presidente de la República Española en exilio, Don José Maldonado, y el Presidente de Gobierno, Don Fernando Valera, hicieron su última declaración:“Las Instituciones de la República en el exilio ponen así término a la misión histórica que se habían impuesto. Y quienes las han mantenido hasta hoy, se sienten satisfechos porque tienen la convicción de haber cumplido con su deber.”
AUSENCIAS
Obra teatral con poesías y canciones.
El escenario se haya divido en tres zonas. A la izquierda: la oficina creada por los servicios secretos de Madrid para conseguir el regreso de significados exiliados. En el centro, el escenario del Ateneo de México. A la derecha, espacio vacío.
Acto I
1ª Escena
(Año 1949. En el Departamento de Seguimiento de Ausentes. El inspector
Jimeno lee un informe a Ernesto que, pese a la camaradería con la que van a tratarse, parece ser el superior. Ambos con cartucheras y camisa azul. Una mesa, un retrato de Franco, banderas y un gran mapamundi deformado donde señalarán cuando se nombre un país o ciudad).
JIMENO.- (Leyendo) Y fue que, siguiendo a la señorita María Elena Walsh hasta el Carnegie Hall…
ERNESTO.- (corrigiéndole la pronunciación) “Carnegie Hall”
JIMENO.- Pues el poeta rojo le había obsequiado una invitación para ver a Rubinstein,
ERNESTO.- “Rubinstein”
JIMENO.- Aproveché la aglomeración de la entrada para distraer de su bolso unos papeles que copié durante la primera parte del concierto. Y luego devolví los originales al bolso en el descanso.
Como no veo urgencia en el escrito, los mando por cauce civil; se trata de un fragmento de algo que lleva escribiendo desde hace por lo menos siete años. Cuando empezaron los de Séneca en Méjico.
Por la mucama de Zenobia sé que la argentina Walsh irá a Baltimore para visitar a Salinas en la universidad. Pero no creo necesario controlar la entrevista. (Mira a Ernesto y, pareciéndole que no está lo bastante interesado, grita:)
¡Arriba España!
(Muy fuerte) ¡Viva Franco!
ERNESTO.- (Mirando a los lados) Viva! (Celebrando que ha tenido reflejos) Cabrón.
JIMENO.- Te leo la copia: Qué irresponsabilidad la de este atrevido y aprovechado Pepito Bergamín, poner un prólogo a las Obras Completas de Antonio Machado, nada menos! (Pausa y mirada a Ernesto)
¡Este tráfico con los muertos ilustres, que todos sabemos lo que pensaban de él!
Y, además, basar el prólogo, y el libro con él, en una realidad espantosa, pero ocasional, accidental, como la guerra “en” España y la muerte de Antonio Machado. Poner a una obra de paz un prólogo de guerra, porque las circunstancias hayan convertido en “guerrerosa” la última parte vacilante de ese libro, es relegar la obra verdadera a un segundo plano, como queda relegada nuestra vida en toda circunstancia trájica.
Unamuno, Machado, García Lorca están “disfrutando” (a Ernesto) pone “disfrutando” con comillas
ERNESTO.- Ajá.
JIMENO.- Están “disfrutando” ahora una fama basada en la guerra, gracias a la actividad pululante de tales aprovechadores de cadáveres y famas.
Quien conoció bien a los tres, sabe la repugnancia que hubieran los tres sentido con tal jaleo de sobremuerte paseada. (Pausa y mirada a Ernesto, que se frota las manos)
Yo sé bien la indignación que le produjo al otro pobre César Vallejo
la frescura de este mismo Bergamín cuando le “escribió” (a Ernesto) “escribió” con comillas.
Le escribió a su libro Trilce un prólogo que él no le había pedido y que Bergamín se decidió a “ponerle” (mira a Ernesto)
ERNESTO.- ¿Con comillas?
JIMENO.- (Asintiendo con la cabeza) por las circunstancias en que se hizo la edición.
El prólogo estaba lleno de tonterías, como aquella comparación final entre César Vallejo y Rafael Alberti, con mengua aparente de Vallejo, a quien se prologaba para disminuirlo.
Me acuerdo ahora de aquellos jóvenes escritores que venían a nuestra casa con corsé, calcetines de seda y bordados, pulseritas, polvos y una hoz y un martillo de oro en la corbata. “Luego” algunos de ellos han convertido la hoz y el martillo en unas flechas y el puño hipertrofiado en mano abierta hipertrofiada, de tanto exhibir. Aquella mano hipertrofiada de Ramón Gómez de la Serna en la película del orador político.
ERNESTO.- (Musitando) de la Serna, Alberti… (señala Argentina en el mapa)
GIMENO.- ¡Cómo se reía Pedro Salinas, el equilibrista, de aquella mano gigante!
Hoy he recibido, vía Portugal, un follleto Los Ángeles de Compostela de Gerardo Diego, con una cariñosa dedicatoria.
ERNESTO.- (Con alborozo) Eso es cojonudo.
JIMENO.- ¿Cómo dices?
ERNESTO.- Que es cojonudo que los ausentes se escriban con los presentes, que es la mejor manera de tenerlos vinculados a la Patria. JIMENO:- Todos los escritores se escriben entre ellos, y todos los días cartas van y cartas vienen, pero hasta ahora solo se queda Gil Albert. Porque (con sorna) Don Mamón Gómez de La Serna se volvió a la Argentina. ¿Pero qué más podía pedir, el cabrito de él? ¡Si hasta le recibió el Caudillo y lo exhibimos en el NODO!
ERNESTO.- Tiempo al tiempo. Sigue.
JIMENO.- Muy significativo que un escritor que siempre fue “derechista”
me envíe a mí que siempre fui “izquierdista” (qué palabra, cuál será la derecha y cuál la izquierda, qué lo derecho y qué lo izquierdo); y qué guirigay de derechas combinadas tienen armado ya los escritores en España.
Ahora pretenden rescatar a los muertos que mataron de un modo o de otro.
Para ellos, Unamuno es de ellos, Antonio Machado, de ellos y hasta Lorca de ellos. Como que no pueden hablar. Cualquier día los “comunistas” de Méjico se hacen de ellos, de la falanje, “falange” con jota.
ERNESTO.- Juan Ramón es único
JIMENO.- ¿Qué?
ERNESTO.- Que es el único que escribe falange con jota.
JIMENO.- Ah! Se hacen de la falanje no por estar muertos sino por ser vivos, demasiado vivos. Y a León Felipe, el aullante hebreo, lo veremos en la “Tierra de Promisión”.
(Dejando los papeles sobre la mesa) Aquí acaba el suelto. No deja títere con cabeza.
ERNESTO.- Hombre, camarada, salva a Gerardo Diego.
JIMENO.- Sí. Y a los muertos, que si estuvieran vivos…
ERNESTO.- (Ríe) Bueno, hay que poner otro “socio” para controlar los viajes de la agente argentina.
JIMENO.- ¿Agente? Pero si solo tiene 19 años…
ERNESTO.- (Confidencial) ¿Y no te parece extraño que a esa edad la dejen ir a vivir con ese loco? Pronto o tarde sabremos lo que hace.
JIMENO.- No delires, Ernesto, la chavala es una poetisa de casa bien. Mira que le dieron un premio y…
ERNESTO.- Tonterías. Está claro que le han fabricado un pasado. Su padre es inglés… bien podría estar operando con los servicios ingleses.
JIMENO.- Entonces disimularía mejor, no llevaría esos papeles en el bolso, o… ¿recuerdas el viaje en autobús con Zenobia y el poeta rojazo por todo Maryland?
ERNESTO.- Sí. Los tres se sentaron en la parte reservada a los negros. ¿Y qué?
JIMENO.- Que si ella fuera espía habría evitado significarse con ese gesto subversivo.
ERNESTO.- ¡Bah! Eso significa que ante quien tiene que fingir es ante Juan Ramón. (Zanjando el tema) ¿Otras novedades?
JIMENO.- (Tomando otra carpeta) El seguimiento a Palacios. El rapsoda Palacios ha recibido cartas de Pijoan, María Zambrano, Madariaga, Sender y Francisco Ayala. Sobres abultados. Escritos para difundir en sus recitales, se supone. Excelsior emite sus actuaciones en México y el contacto nos copia todas las novedades.
ERNESTO.- ¿Nada más?
JIMENO.- Bueno, Ortega y Gasset ha vuelto a Alemania.
ERNESTO.- (Puñetazo en la mesa) ¡Me cago en los judíos!
JIMENO.- Estos cabrones que están más fuera que dentro... (agarrando una botella y dos copas del cajón de la mesa) ¿Un jeriñac?
ERNESTO.- (Bebiendo de un trago) Vamos, que hoy juega el Madrid y estoy en el palco.
(Se ponen los abrigos)
JIMENO.-(Saliendo) ¿Sabes, Ernesto, que Perón ha mandado una millonada de huevos argentinos?
ERNESTO.- (Apagando la luz) ¡Pobre España! Muchos cojones, pero pocos huevos...
*
Sinopsis del resto de la obra:
Las escenas del Departamento de Ausentes se intercalan con las del Ateneo de México, donde trabaja el rapsoda Palacios. En ese escenario, Palacios ensaya prosas de Sender y de Pedro Salinas. También recita, el 14 de abril de cada año, poemas de León Felipe, Cernuda y Alberti.
La sucesión des escenas es por décadas. Walsh vuelve a aparecer en la del Cincuenta, en relación al exilio español en París, donde está cantando con Leda Valladares. El dúo Leda y María “tenía contactos” con Bergamín, especialmente.
En las escenas del Sesenta, el Departamento infiltra a la hija de Jimeno en la compañía de Palacios. Tras la muerte de Franco y la amnistía, solo le queda al Departamento de Ausentes el retorno de Juan Larrea.
Entre las escenas teatrales, canciones de poetas ya nombrados y de Chicho Sánchez Ferlosio.
Notas sobre el montaje
El proyecto había nacido con fecha de estreno y había que limitar el tiempo para documentarse. Afortunadamente, el tema no nos era extraño, muchas biografías eran sabidas y, por mi propia actividad política de juventud, conocía la historia de los republicanos históricos del exilio. Empecé trabajando en dos direcciones: las memorias de José Ruiz-Castillo Basala y las canciones de Chicho.
El guión lo bosquejé durante el mes de mayo en Buenos Aires. Allí estaba con Javier Tárraga, invitados por la Feria del Libro, actuando en el Encuentro de Narradores, y luego en Babilonia, en Astrolabio, en la mutual Homero Manzi… Como yo sacaba el tema, oí contar muchas historias sobre exiliados españoles, escritores o no. Al terminar las funciones me fui a Bolivia para averiguar datos relativos al general Rojo, pensando que podría ser un personaje de la obra.
Cuando llegué a Madrid, llamé a Chicho y fui a su casa. Como en otros regresos de América, le llevé grabaciones de colegas que cantaban sus canciones sin saber que tenían autor. Recuerdo una cinta del chileno Rolando Alarcón y un disco de los murgueros uruguayos Falta y Resto, que cantaban la de “Dicen que la patria es…”
Le hablé de lo interesante que sería su actuación en la obra. Pero no hubo manera de que aceptara porque faltaba mucho tiempo hasta octubre. Además estaba haciendo las canciones de una película sobre Durruti y no podía pensar más allá. La alternativa era esperar a un par de semanas antes del estreno y ver si le venía bien, pero, claro, era exponerse mucho. Además Chicho insistió en que Carmen luciría muy bien sus canciones. Me dio la impresión de que ir a actuar hasta Huesca no le hacía gracia. En cambio se interesó mucho por el personaje de Palacios y me aventuró algunas claves para su envejecimiento por escenas.
Para recitar bien-bien las poesías lo mejor es un actor-recitador y el mejor personaje es ese mismo. Hubo un Antonio Palacios exiliado en Cuba, cantante lírico y recitador de poesías. De él tomé el apellido para el rapsoda exiliado en México, que aparecería siempre en el escenario de un imaginario ateneo mejicano. A Palacios lo encarnaría yo.
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Paula Bozzano |
Hablé enseguida con nuestra colaboradora porteña Paula Bozzano, del mundo de la imagen, que vivía esos meses en Zaragoza con Ariel Prat y hacía talleres de maquillaje teatral. Garantizó que los actores saldrían en cada escena con 10 años más. Paula se encargaría también del vestuario y comandaría con Carmen Medrano y Raquel Arellano, el equipo de producción más divertido que se haya visto.
Pese al componente poético y musical, la obra era de teatro-teatro y yo, sin Héctor Grillo al lado, no me veía dedicando a los actores el tiempo necesario. Además me había puesto impuesto poemas largos y complejos para los que necesitaba toda la atención. Solicité la colaboración del grupo Viridiana de Huesca y pude completar el equipo con solvencia. Al siempre magnífico José Luis Esteban, que llevaba cinco años trabajando en El Silbo, pude sumar al oscense Miguel Ollés y tuve una buena pareja de policías. En la producción aportaron a Pilar Barrio y a Agustín Pardo, y Jesús Arbués completó mis lagunas en la dirección. Se ensayó en el local de Dies Irae de Zaragoza que, a más de buenos samaritanos, eran generadores de energía y de ideas. Otro cuartel general era La Topera y allí, Paula y yo, convencimos a Belén Joven de que podía muy bien transitar desde el papel de quinceañera al de cuarentona.
Algunos materiales importantes para el guión fueron remitidos por Grassa Toro desde Bogotá, donde encontraba tesoros ya descatalogados. Aquel verano habíamos ido los dos a Perpignan para que me asesorara Narciso Alba, buen conocedor del tema. Pasados unos días, volvería por allí con motivo de otro congreso para escuchar algunas ponencias y, sobre todo, encomendarme a don Antonio en su tumba de Colliure.
La cara del destierro sería la de mi personaje, el declamador Palacios. De todos los exiliados que yo había frecuentado, los de ARDE eran, a mi parecer, los de discurso más representativo. Además, talante y porte me eran bien conocidos pues los había tratado en Toulousse y, ya en España, en los congresos del partido. Si algún pensamiento político salía de Palacios, iría en esa línea.
Los policías representarían la paradoja de su delirante misión, trasluciendo las divergencias entre las facciones del Régimen y revelando los estados anímicos del exilio. La rotundidad de las canciones y de los recitados de Palacios, invitaban a usar de la tragicomedia en las escenas de sus antagonistas. Al fin y al cabo eran los únicos policías destinados a facilitar el regreso a los “anti-españoles” de fuera y no a perseguir a los de dentro. El personaje de Pilar, la hija de Jimeno infiltrada en la compañía de Palacios, ejemplificaba a las nuevas generaciones de españoles que ya no tenían la guerra como un motivo argumental.
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Carnet de Arde, 1977, firmado por el capitán Eduardo Prada |
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Carnet "francés" de Arde, firmado por don Francisco Giral |
La obra dejaba muchas cosas en el aire y, aun siendo consustanciales al drama del exilio, quedarían orbitando sin querer bajarlas a escena. Yo no iba a ser más “imparcial” de lo que había sido al mostrar una cara amable del aparato represor. Preferí el final feliz del regreso paulatino tras la muerte del Caudillo, antes que inundar el escenario de congoja por los que no pudieron regresar. Antes que encender la caja de humo para significar el esfuerzo, tan heroico como baldío, del pequeño grupo de españoles que mantuvo al Gobierno de la República en exilio. Una ética política hecha poesía, a la que de joven me había sumado en sus últimos suspiros para acompañar al duelo.
Aunque después de las funciones pasa un buen rato hasta que me entero de quién soy, recuerdo que José Carlos Mainer subió al escenario con Agustín Azaña y que Arbués me presentó a Manuel Aznar.