2 de noviembre de 2020

De Pío Fernández Muriedas

¡Albricias! 

Recuerdos de mis pasos perdidos


Se acaban de publicar las memorias de Pío Fernández Muriedas, o (tras la guerra) Pío Fernández Cueto. Su título: Recuerdos de mis pasos perdidos (KRK, 2020). 

Antón Castro daba hoy la noticia en el Heraldo de Aragón.

El libro viene precedido por una gran exposición que se celebró la primavera del año pasado en la Biblioteca Central de Cantabria bajo el cuidado de su hijo Manuel Fernández Gochi, recopilador también de los textos e imágenes de estas memorias.


Catálogo de la exposición

Cuando se miran los años cincuenta-sesenta en Zaragoza, se añade: los años del Niké. El Nike era una céntrica cafetería  zaragozana que albergó tertulias de escritores y artistas desde 1940. La más celebrada es la de los años 50 y 60, con la plana mayor de los que hoy llamamos -para entendernos-  poetas del Niké. Entre los de mayor edad: Miguel Labordeta (del 21) y Manuel Pinillos (del 14)

 Al calor de esa tertulia nacían iniciativas surrealistas como la Oficina Poética Internacional o sucesivas  revistas: Orejudín, Papageno, Despacho Literario... Cabe decir que en la tertulia contaba con artistas plásticos que garantizaban un nivel más que digno a las sucesivas colecciones a nacer.

De todo ello existe abundante bibliografía, y es frecuente la aparición de  Pío Fernández Cueto, porque él estaba allí. 

Rosendo Tello recuerda al recitador:
Fernández Cueto cayó de pie en Zaragoza para asumir el personaje pintoresco y peregrino que convenía a la bohemia zaragozana. (...) Era un mensajero, un noticiero de tierras fronterizas que se deleitaba y nos deleitaba hablando, e inventando, sobre Federico, Vicente, Gerardo, Dámaso, Blas..., como si de sus propios familiares se tratara

Era santanderino y llegó a Zaragoza, de vuelo por todas las Españas,en la década de 1950, atraído y traído por Miguel Labordeta. (...) Pío, como gran recitador que era, tenía momentos muy desiguales y momentos brillantes y geniales, sobre todo cuando se arrancaba a improvisar en la intimidad de un grupo de amigos. Entonces los poemas salían de su boca como recién creados, desligados de su malla formal para convertirse en pura figura interior. Nos enseñó a comprender la poesía porque la situaba delante de nosotros con cuerpo visual y plástico exento. Había que oírle recitar a San Juan de la Cruz, Los insectos de D. Alonso, El silencio de V. Aleixandre, algún poema de LOS MUERTOS de Hidalgo o Retrospectivo existente de M. Labordeta. Subrayaba silencios y pausas, presionaba sobre los accelerandos o ritardandos musicales, se suspendía en los finales del versos o en sus inicios. Afinaba la voz como un violín o la apretaba contra el velo del paladar para saborear los vocablos poéticos como una pasta. (...) La presencia de Fernández Cueto entre nosotros fue como una historia escrita en el viento, pero que marcó toda una época en la manera de entender y sentir la poesía. (...)
Rosendo Tello ( Orejudín, introducción a ed. facsímil, 1991) 

                                                                 

Es curiosa la entrada en la Gran Enciclopedia Aragonesa dedicada a Pío, donde figura como nacido en Bilbao y no en Santander. Error que él alimentó más de una vez.

O este libro disco de Monte Solo dedicado a los poetas del Niké.








Con motivo de la muerte de su amigo José Antonio Labordeta, hablábamos en este blog de Pío: Los paisajes de José Antonio Labordeta.

Y, sin duda, seguirá hablándose de Pío.


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