16 de marzo de 2023

Iñaki Fernández

Iñaki en Noches de Juglares, 2009

El 13 de febrero la capilla grande del cementerio zaragozano de Torrero rebosaba de gente joven y mayor. Era difícil mantener las puertas cerradas al frío. 

Antón Castro había escrito en el Heraldo la noticia, que empezaba así:

Nacido en Monzón en 1951, Iñaki era una de esas figuras claves de la música aragonesa desde hace medio siglo. Aunque apostó por el rock and roll y Los Beatles, era el creador de Green Apples en 1992, fue uno de los músicos constantes de la canción de autor (...)

Y Torrero se llenó de canciones y versos. Rodo tuvo el acierto de adaptar el poema de Borges "A Manuel Peyrou" para despedir a Iñaki:

Suyo fue el ejercicio generoso
de la amistad genial.
Era el amigo a quien podemos, en la hora adversa,
confiarle todo o, sin decirle nada,
dejarle adivinar lo que no quiere
confesar el orgullo.
Agradecía la variedad del orbe, los enigmas de la curiosa condición humana,
los diálogos que lindan con el alba,
los arabescos del azar,
los gratos sabores de las frutas y las aves,
el café insomne y el propicio vino
que conmemora y une.
Las canciones de los Beatles
podían arrebatarlo, yo lo he visto
y le placía tocarlas en La Campana de los Perdidos.
En la vasta mañana se entregaba
a las versiones Beatles
que el tiempo no dejará caer y que conjugan aquella valentía que hemos sido y el amargo sabor de lo presente.
Luego se fue…
Esto no es una elegía.
No dije ni las lágrimas ni el mármol que prescriben los cánones retóricos.
Atardece en Zaragoza.
Llanamente hemos hablado de un querido amigo que no puede morir.
Que no se ha muerto

Las siguientes líneas, tomadas de Juglaresca, recuerdan su actuación en solitario en las Noches de Juglares de 2009: 

Sabía que Isidoro era admirador de Iñaqui desde los tiempos en que el guitarrista acompañaba a Carbonell y Labordeta. Así que me atreví a solicitarle que nos hiciera un recorrido por sus canciones favoritas. Y digo que me atreví, pues a los colegas que trabajan en grupo no me gusta pedirles que se desgajen; pero a los Green Apples no los podía contratar ni vestido de torero, así que, sí, me atreví. Iñaqui ya conocía las NdJ. 

Iñaki, Alicia, Carlos y Juantxo. Noches de Juglares, 1997

Había estado tocando con Carlos Malicia y con Paco Cuenca, de modo que, hombre sabio, preparó un repertorio variado, para todo público, y muy didáctico.

Al día siguiente de la actuación en el parque, apareció en las redes esta crónica sin firma que ya lo cuenta todo:

La entrada de la noche se agradecía tras una tarde de canícula. Por entre los viejos edificios del antiguo psiquiátrico y camuflado entre setos de jardinería municipal se encuentra un improvisado escenario bajo una pancarta que dice “Noches de Juglares”. Todo ello en el Parque Delicias de la ciudad de Zaragoza. En ese marco anuncian la actuación del inefable, del incombustible, del histórico, del carismático Iñaqui Fernández… en definitiva, de alguien que nos tenía acostumbrados monográficamente a la música de los Beatles y que para asombro de algunos, sólo un 40% del repertorio aludió a los melenudos de Liverpool, a los gamberretes del Mersey, a los fab four, es decir, a ellos.

La actuación estaba precedida por la del director del proyecto, Luis Felipe Alegre, que homenajeaba esa tarde al poeta José Agustín Goytisolo, así que nuestro ínclito artista comenzó con una no esperada interpretación de la canción de Paco Ibáñez “Palabras para Julia”, hija del mencionado poeta. A nuestro hombre le costaba recrear los perfiles de profunda tristeza en los que se desenvuelve el mencionado cantautor. Antes de llegar al deseado momento Beatle todavía se paseó por terrenos de otros autores, como Antoine y Brassens, dos cantautores franceses muy populares antaño, y por los españoles Javier Bergia y Antonio Vega, de quienes interpretó “Nunca te dije” (Bergia) y “Se dejaba llevar por ti” (Vega). Finalmente llegó el momento de abordar los insoslayables temas de los Beatles. El ritual fue especialmente sopesado: una de John (Across the Universe), una de Paul (Blackbird), una de George (Here Comes the Sun) y otra de George, aunque grabada en Bombay y sin el resto de los Beatles en el axial momento que fue el año 68 (The Inner Light). En cada caso las canciones fueron precedidas de una breve presentación que las enmarcaba en su contexto.

Hubo un no previsto bis, que fue esta vez de Dylan (Blowing in the Wind) con armónica incluida: mecheros en la oscuridad y todo lo demás. En total, apenas una hora que dio tiempo para mucho y a la vez para muy poco.

 Pena grande.

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