4 de enero de 2022

Pedro Rebollo como Peter Conejo

El actor zaragozano Pedro Rebollo (1962-2021), hizo en la escena trabajos inolvidables.  Era querido en esta casa. Lloramos su pérdida. 

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En los años 80 colaboró con el Diario 16, donde daba noticia del trabajo de gente como nosotros y trabajaba con grupos como el Teatro del Alba, en obras de Lorca (Así que pasen cinco años) o Genet (Severa vigilancia), cuando Santiago Meléndez contaba con Pedro para personajes complejos. En las tres siguientes décadas trabajó con otras compañías aragonesas; también interpretó papeles para las pantallas. De ello han informado los medios, más o menos.

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En 2010, Pedro respondía a las 34 preguntas de una entrevista-cuestionario del Periódico de Aragón. Estábamos en el centro de la crisis 2008-12 y los artistas en general lo pasábamos muy mal. Entresaco algunas respuestas que, creo, hubiera podido dar también en otro momento:

La falta de trabajo es lo que más insomnio me produce. Y los malos pensamientos.

Sin ánimo de ofender: me importa una cagarruta [lo que piensen de mí]. Sólo me preocupa, de momento, lo que pueda pensar mi hija de mí.

Intento ser un actor virtuoso, en el sentido clásico del término, y un tío comprensivo.

Soy de maduración lenta, impaciente y tengo muy mal genio.

[Una vida infeliz sería una vida sin...] Sin posibilidad de seguir ejerciendo mi oficio.

Estos días estoy solo. Pero saludo y sonrío a todos los que se cruzan conmigo.

¡Espero no sentir envidia nunca! Además, mis compañeros no son mis competidores. La vida no es una carrera. Es un paseo complicado y misterioso, y de vez en cuando muy, muy divertido.

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Lo invitamos a las Noches de Juglares en 1999. Compartió escenario con Sergio Algora y con El retablillo de don Cristobal, de Lorca, que interpretaban Soledad Giménez y José Luis Esteban. En el libro Juglaresca reseñábamos su paso por el ciclo:

Peter Conejo
El actor Pedro Rebollo me dejó sorprendido cuando le oí tocar muy bien la guitarra en La boda de los pequeños burgueses que representaba el Teatro de la Ribera. Ahora le había dado por componer y cantar sus canciones y para ello había inventado el personaje de Peter Conejo. Aparecía en escena disfrazado y no se le reconocía, había que saber de antemano que era él, quizá para preservar la alta consideración que su trabajo como actor merecía a los aficionados.
Con gorra roja, sobre la que aparecían las orejotas del conejo, y con gafas de sol, disparaba sus canciones incisivas.
El Conejo intuía que los malos tiempos que corrían para los actores de teatro eran presagio de otros peores. Yo lo presenté advirtiendo que, como decía Martín Fierro, íbamos a escuchar: “Males que conocen todos / pero que nadie cantó”.

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Aquí, unos fragmentos de aquella actuación.

 En la tristeza, la bondad del humor.  

Música para el recuerdo cordial.

  

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