En la década de 1990, El Silbo alternaba espectáculos propios de mediana envergadura, y coproducciones con otras compañías y teatros (en Francia, Cuba, Argentina, España). Entre unas y otras funciones, yo sacaba las historias de un "comediante solitario", o sea del bululú que Rojas describía en su Viaje entretenido.
Trabajé en lugares que ya amaba solo por su extraño nombre: Bucaramanga, Humahuaca, Florianopolis, Potosí, Cumanayagua, Barquisimeto... o por su humildad sustantiva: Tapiales, Rosario, Pelotas. O por su orgullo y soberbia al nombrarse: Cienfuegos, Buenos Aires, Porto Alegre, La Paz
En los años de bululú monté muchas escenas. En estas fotos de Antonio Ceruelo, "Los tristes campos de Troya", un delirante poema de Jon Juaristi:
Muchas veces trabajaba sin ayudante, aunque pude contar con Germán Díez en la gira de 1992 por Bolivia y Argentina. Y con Raquel Arellano en Colombia, el 2000, y en Argentina y Brasil, el 2001.
Alguna vez se terciaba combinar mi actuación con otro colega: con Carlos Grassa Toro lo hice en Francia y Ecuador, con Javier Tárraga en Argentina y con Ariel Prat en Paraguay.
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