Aureliano Segundo pasaba
las tardes en el patio, aprendiendo a tocar de oídas el acordeón
Cien años de soledad
El vallenato fue anotado
por UNESCO en 2015 en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial por requerir
medidas urgentes de salvaguardia.
Antes que nada, conviene ver este vídeo, que resume bien sus
aires principales y muestra el papel que desempeña la voz humana junto a los
tres instrumentos acompañantes: acordeón, caja y guacharaca.
Y una vez visto, podemos comprender de qué hablaba Daniel
Samper Pizano en el diario colombiano eltiempo.com
Lamentablemente, el éxito de los viejos y gozosos merengues y
paseos amenaza con destruir el género. El boom del vallenato desató un río
turbio de música comercial vacua y previsible, madre de criaturas monstruosas
como el rancherato, el baladato y el paseo llorón. Abundan las notas repetitivas fabricadas por contrato
–aburridas salchichas musicales– y las letras, según Leandro Díaz, se despachan
“con más de dos mil palabras, que al final no dicen nada”.
Hace años, estaba con David Giménez Alonso por tierras
del Magdalena y desde Taganga nos internamos por las laderas de la Sierra Nevada.
Marchábamos con paso solemne pues nos impresionaba pisar el suelo de los
tayrona y fantaseamos con el oro de esas montañas.
En una casa había alboroto, se nos invitó a
pasar. No eran tayrona. Bebimos, y allí tuve la primera noticia de una piqueria colombiana, donde los
repentistas improvisan en cuartetas y décimas.
También escuchamos, por
el Rodadero de Santa Marta a los tercetos cultivadores del género.
Así, meditamos hoy las
palabras que leemos en el blog de
Marcos F. Herrera:
El
vallenato que difunde los medios de comunicación con vídeos de una manufactura
artificiosa, no es el género que representa de manera fiel el acervo cultural
de Colombia. Sus letras retratan el marasmo y la desidia, la celebración inane
y el desamor de cantina. Los cantos de sus figurines son disonancias
continuadas, potajes guturales sin gracia ni contenido. El vallenato comercial
condensa la mediocridad entronizada por obra de la ceguera y pereza de la
industria musical. Su triunfo es un logro de la bobería que convirtió la
chabacanería en marca y la estupidez en producción seriada.
DIÁLOGO FINAL
-Muchas veces sopesamos
en esta casa los perjuicios y beneficios que la pérdida de alguna tradición
puede suponer. Hoy tenemos otras claves para reengancharnos a cosas del pasado. Fundamental ha sido la recogida de testimonios sonoros y visuales.
-Hace 100 años, Menéndez
Pidal dejó de recoger versiones de Gerineldo
porque ya tenía miles.
-¿Habrá hoy miles de españoles que puedan cantar el Romance de Gerineldo entero en cualquier
versión?
-Pero aún nos emocionamos si lo oímos cantar a una panderetera del norte, o a un cantor sefardí.
- Sí, y como lo propio es querer compartir la experiencia, uno quisiera que esa emoción pudieran sentirla otros muchos, en la seguridad de que no les hará mal.
-Lo que importa es salvaguardar el documento; en la medida de lo posible seguir practicando ese arte; si cae en olvido alguien lo recreará, porque queda el documento.
-Ahora bien, una interpretación musical brillante, un canto con versos de repente o aprendidos, con el movimiento humano que alrededor se genera es lo más parecido a esa comunión espiritual de que hablara Víctor Hugo.
-¡Que no se pierda nunca algo bello, algo elevado!
Sopesamos.
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