CLÁSICOS IN VERSOS. Guía de la
obra en libro
El proceso de Clásico
in Versos (1989-90)[1]
coincide con la transformación de El Silbo Vulnerado, que era una Cooperativa,
en S.L. Ello fue obra de un economista argentino que creía en el Grupo y pensaba
que si funcionaba bien en América, no tenía que ser distinto en España. Se
llamaba Marcelo Reyes y con el tiempo sería más conocido como profesor y como
editor, con Trinidad, de Olifante.
El espectáculo se ofrecía para público en general, y pensamos
en hacer una guía de lectura que ampliara la información del programa de mano.
Así que editamos en libro los poemas enteros (cuando el espectáculo es panorama
de una época o de un tema, valen los fragmentos), poniendo en cursiva las
estrofas que aparecían en escena. Se acompañaba de fotografías del montaje,
obra de
Antonio Ceruelo.
Luis Miguel Bajen, filólogo además de músico, dirigió
la edición y tuvo que emplearse a fondo para determinar algunas autorías y
explicar falsas atribuciones en notas detalladas. En el litigio entraban
Quevedo, Góngora y Jovellanos.
No nos iba tan bien el negocio trovadoresco como para
permitirnos el lujo de esta edición, pero habíamos obtenido una ayuda económica
del Gobierno de Aragón y supimos repartirla entre el espectáculo, el disco y el
libro. Las ventas en librería fueron simbólicas, pero en las actuaciones los
libros y los discos se vendieron muy bien.
UN SUEÑO DE JUGLARES. Antón
Castro y El Silbo Vulnerado
Como apoyo al montaje Romanceros[2] se pensó hacer un
libro que contara la relación del Grupo con el Teatro, la Música y la
Literatura.
Desde su llegada a Zaragoza, disfrutábamos de la amistad de
Antón Castro. No dudé en pedirle que lo escribiera él. Y fue un abuso, pues el
libro debía salir coincidiendo con el cercano estreno. Así que Antón pidió una
excedencia en El Periódico de Aragón y se dedicó casi dos meses a indagar con
el diseñador José Luis Romeo en los archivos y en mi memoria.
Con el tiempo, El Silbo
Vulnerado: «Un sueño de juglares» atesora su interés como fuente, pues no
se limitó Antón a hablar de nosotros, sino que trazó el correlato de
aconteceres artísticos aragoneses de las décadas Setenta y Ochenta contrastados
en posteriores estudios de, por ejemplo, Jesús Rubio Jiménez y Adolfo Ayuso.
El coste de la edición, 2.000 ejemplares, fue sufragado a
partes iguales por el Grupo y por el Gobierno de Aragón, que firmó la edición.
FIGURAS LITERARIAS Y MÉTRICA. El Catón de Isabel Guerrero y Pablo Aína
En los primeros años 90 existía la Academia Catón en
Zaragoza. Estaba especializada en
Humanidades y la dirigían Isabel Guerrero y Pablo Aína. Practicaban el instruir deleitando con los alumnos y
editaban libretos como el de Figuras
literarias y métrica. En la segunda edición fuimos una suerte de
coeditores.
En 1992, cruzando la frontera de Argentina con Bolivia
estuvimos retenidos un par de horas porque llevábamos una maleta con 15 kilos
de Figuras. Yo conté que
eran para profesores de los colegios donde íbamos a actuar. Pero los aduaneros sospechaban que tal cantidad era cosa de negocio. Amplié la explicación
diciendo que aunque el libro parecía un manual más, tenía la peculiaridad de
que los autores seleccionados en los ejemplos de figuras eran modernos e
hispanoparlantes, o sea García Calvo con Pablo Neruda, o Rulfo con Gil de
Biedma. Al final confesé que se iba a hacer una serie de televisión, que el
libro era el guión y los ejemplares eran para repartir entre el equipo, pues
era muy amplio. Se lo creyeron, o se hizo la hora de merendar, no sé, y dieron por
buena la versión.
LAS GRANDES
PEQUEÑAS EDITORIALES CUBANAS
En 1995, la publicación de Cancionero propio de Marta Valdés me llevó a las publicaciones
artesanales que en Matanzas hacía la editorial Vigía.
En el periodo especial escaseaba el papel y hasta el Granma
se había quedado en cuatro páginas. En
varios talleres de la Isla estaban editando libros hechos a mano, empezando por
el “papel”, con plantillas, collages…
Trabajaban con tela, hojas, papel de estraza, o papel de aluminio. Máquina de
escribir, cliché, mimeógrafo, ciclostil. Ediciones de 100 ó 200 ejemplares.
Este libreto con versos de Nicolás Guillén, de la editorial
de Holguín Cuadernos Papiro, está ilustrado por Yunia Pavón. Su portada es
collage. No hay dos iguales.
En Matanzas, la Atenas de Cuba, los de Vigía también
reciclaban cajas de puros para contener una antología de Gastón Baquero. No
puedo decir que no haya traficado con puros habanos, pues cada caja contenía
uno, además.
Reuní una colección que se mostraba en el Sopa de Letras.
EL LIBRO
COMO POEMA. Helena Santolaya
Existe el libro de artista, el libro objeto, el arte
conceptual, el dadaísmo, existe fluxus… y existe Helena Santolaya.
Con Helena Santolaya tuve dos años de intensa colaboración en
su Sopa de Letras. Por ceñirnos al tema, sus libros gigantes en cartón que,
inicialmente, le servían para una instalación sobre Leopoldo Mª Panero, fueron
también escenografía de nuestro Traficante
de Palabras, montaje con textos del mismo autor. Hizo tres, en el Sopa solo
cabía el pequeño. Como se ve en la foto, se combinaba con textos proyectados en
diapositiva y recitados con distorsionador de voz.
Con cierta periodicidad[3] trabajamos
con los libros de Santolaya, hacedora también de utilería con desarrollo
visual, algo fundamental en nuestros montajes.
TÍTULOS. Espectáculos
con título de libro
Tontamente, acaso, no he buscado aprovechar publicitariamente
la fama de un libro y encabezar el cartel de un montaje con el título de una
obra literaria. Un verso, sí, muchas veces. Pero como han sido muchos los espectáculos
que he titulado, creo que se me puede perdonar alguna excepción a la regla.
Bueno, tres:
Poeta en
Nueva York de García Lorca.[4]
Pero creo que aquí se justificaba el uso del título, porque había una suerte de
metapoética: tras cada poema, en silencio y sobre oscuro escénico, desfilaban
todos los títulos de poemas contenidos en el libro; cuando llegaba el de la
escena siguiente, la proyección se pausaba y desaparecía lentamente. Eso le
gustó mucho a Marie Laffranque.
Argentino
hasta la muerte,[5] de
César Fernández Moreno. Robamos el título, que el poeta había robado a su vez a
Guido y Spano (“He nacido en Buenos Aires / ¡Qué me importan los desaires / con
que me trate la suerte! / Argentino hasta la muerte, / he nacido en Buenos
Aires”). Fuera de bromas, era también el título del texto más largo del montaje
y creímos que las generaciones a las que queríamos implicar como público debían separar a primera vista al padre (Baldomero, muy conocido por sus “Setenta
balcones y ninguna flor”) del hijo (César, hermano de los también destacados
poetas Manrique y Clara). En 2005 convocamos a familia y lectores de César en
la Biblioteca Nacional de Buenos Aires con motivo del 20 aniversario de su
muerte. Allí hablé muy elogiosamente de sus trabajos en verso y prosa, siendo matizadas mis opiniones
sobre su obra ensayística por Noé Jitrik.[6]
Romancero
gitano,[7] de García Lorca. Recital
acompañado con fragmentos de la conferencia que daba Lorca sobre los poemas del
libro, y diapositivas de los dibujos que pintó en esos años.
En otra ocasión, no sé si acertadamente (tuve varios fallos
en este montaje, y el título pudo ser uno de ellos), titulamos un trabajo sobre
Bécquer Donde habite el olvido,[8] verso
de Bécquer, sí, pero más conocido por ser título de un poemario de Luis
Cernuda.
En otras ocasiones, en el título del espectáculo ha entrado
referencia de libro también, pero sutil, como para entendidos: Rayo, Viento y Ausencia[9] se
corresponde con tres libros de Miguel Hernández (Rayo que no cesa, Viento del
pueblo, Cancionero y romancero de
ausencias); Desde Azul,[10]
que es un recorrido por las poéticas modernas hispanoamericanas, recurre al
libro de Rubén.
(Continuará)
[1]
El disco y espectáculo Clásicos in Versos
eran culminación de nuestra etapa posmoderna, en la que poníamos músicas
descontextualizadas a poemas clásicos. Cada fase del trabajo tuvo su propio
director: el espectáculo, por Héctor Grillo, la grabación por Francisco J. Gil,
la música en escena por Goyo Maestro. El disco (Tecno Saga, 1989), con la
carátula de Germán Díaz, se editó en casete y vinilo.
[2] Romanceros, dirigido por Héctor Grillo y
coproducido con la compañía vallisoletana La Quimera de Plástico. También tuvo
su edición musical (Tecno Saga, 1991) dirigida por Goyo Maestro. Carátula de
José Luis Romeo sobre foto de Antonio Ceruelo.
[3]
Este año 2017, con Dolos y Carina Resnisky subimos los libros de
Santolaya al escenario del Teatro Bicho, del Contenedor y del IES Grande Covián.
[4]
Coproducimos en 1994 con Chérguì Théâtre de Toulouse la adaptación al francés
de Poeta en Nueva York, que giró dos
años por Francia y España. Con dirección mía y escenografía de Sara Brasky,
actuaban Jean Michel Hernández y Ana Continente. El programa lo diseñó Fernando Lasheras. El estreno contó con la presentación de Mª
Clementa Millán (autora de la edición
crítica del libro, en Cátedra, 1987) y de Grassa Toro. André Belamich nos
autorizó retoques en su traducción publicada en Œuvres complète, Gallimard, 1981. Y la entrañable Marie Laffranque nos dio su
bendición. Estos apoyos nos brindaron seguridad en el trabajo, pues aún
persistía la polémica de si los poemas del libro, en realidad, conformaban dos
poemarios distintos...
[5]
Argentino hasta la muerte, cuatro
textos de César Fernández Moreno. Representado por el actor porteño Martín
Ortiz y elenco, con escenografía (9 cuadros) de Germán Díez y utilería (álbumes
desplegables) de Helena Santolaya. Lo
montamos y estrenamos en Zaragoza, 2004. En Buenos Aires hizo temporada en el
IFT, luego viajó por festivales de Argentina y Venezuela. Se representa
periódicamente, en complicidad con el Teatro Crisol, por el mismo Martín Ortiz
y elenco ad hoc.
[6]
Director de Historia Crítica de la
Literatura Argentina (desde 1999, publicada por Emecé, 12 tomos, varios
años). Yo, en la introducción a modo de homenaje, hablé de la importancia que
había tenido para mí el ensayo de Fernández Moreno titulado Introducción a la poesía (Fondo Cultura
Económica, 1962). Y Jitrik, sin hacer sangre, aprovechó para desautorizar
algunas teorías expresadas por su amigo César en el libro. Glub.
[7]
Hundido con la empresa hasta el cuello, en 2011 llevo a los institutos una
selección de Romancero gitano, con la ayuda de amigos que me asistían. En el
recital, que daba en solitario, me aferraba al atril. Mi estado nervioso era
parecido al de cualquier autónomo o pequeño empresario que sucumbía en la
llamada “crisis”. Para colmo sufrí varias operaciones clínicas, entre ellas dos
de cuerdas vocales. El Romancero gitano
era lectura obligatoria en 2º de Bachillerato. Un trabajo, el mío, con luces y sombras.
[8]
Producción de El Silbo como Compañía Residente del Teatro Arbolé, 2009.
Actuamos Carmen Orte, Carolina Mejía y yo. Conchi del Río estaba de regidora. Música
de Arelys Espinosa. Vestuario de Isabel Biscarri y cartel de José Luis Romeo.
Reciclábamos también una escenografía pintada por Ignacio Fortún. Se estrenó en San Juan de Duero, en el Festival Expoesía de Soria,
[9]
Producción de El Silbo como Compañía Residente del Teatro Arbolé, 2010. Actuaba
con Carmen Orte y Aloma Rodríguez.
[10]
Producción americana de El Silbo, estrenada en Buenos Aires, 2016, que sigue en
repertorio. Actúo con Carina Resnisky.
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