28 de agosto de 2013

Pilar Delgado y Julio Antonio Gómez, evocados por Antón Castro

Antón Castro (quién, si no) nos deleita este agosto con una serie de artículo de página entera en el Heraldo de Aragón: Rituales del sol. En ellos recuerda a personajes ilustres, algunos de la tierra como Pilar Bayona, Luis Buñuel o Ramón Acín. El pasado sábado lo dedicó a Pilar Delgado.
No sabemos la razón por la que Heraldo, tan generoso en otras cosas, no ofrece a los lectores de la edición digital la posibilidad de compartir esta serie, así como otras entrevistas y columnas de diversos colaboradores. Es una pena porque son los escritos que no se evaporan al día siguiente. Menos mal que Pedro Zapater ha hecho una buena digitalización de la página y que, pinchándola, la ves más grande. 



En una columna horizontal, La Opinión, Castro evoca a Julio Antonio Gómez. Un poeta al que no conocimos personalmente, que murió hace 25 años y que siempre hemos tenido en repertorio.





GEOGRAFÍA

     Zaragoza limita al Norte con la Desesperación
asomada a los crujientes secanos que buscan grandes puertas
para escapar al insulto de los Paradores de Turismo
Zaragoza limita al Norte con la Desesperación de los rebaños eternamente soñolientos
que aman el hambre casi humana del pastor
acurrucado y solo como una masturbación en los espartos.
     Zaragoza limita al Sur con las arpilleras rotas de los Presidios
balanceadas por el aliento de los castigados a celdas,
humillados por la oscuridad del pánico, por el aluminio de los tenedores,
por los ojos implorantes dejados  caer a ciegas desde las galerías.
Zaragoza limita al Sur con la acusación de los cipreses testificales
erguidos ante una muralla china de tapias fusiladas
en cada madrugada inmóvil, última inmóvil.
     Zaragoza limita al Este con la ira del viento
que aún no ha conseguido borrar  los nidos de las ametralladoras
que no ha sido capaz de rellenar aún la herida prolongada de las trincheras que continúan,
en las que el romero respetuosamente se niega a florecer.
Zaragoza  limita al Este con el llanto de los sobres ministeriales comunicando muertos,
con la mano helada ofrecida por los funcionarios crueles complacientes,
con el terror blanco de los registros domiciliarios,
con la ensordecedora desnudez
en los interrogatorios llevados hasta el fin,
hasta todo el silencio.
     Zaragoza limita al Oeste con la indiferencia de los campanarios,
con la carcoma sonora que asciende en la oquedad
de los retablos plateresco ausentes, en la ya desconchada purpurina
del manto de Santa Engracia, en la blancura un poco ajada de Santo Dominguito de Val
rodeado de judíos feroces pintados de negro.
Zaragoza limita al Oeste
con los amaneceres rebosantes de sacos y de gitanos
buscando en las basuras nadie sabe qué pradera o justicia,
disputándose el pan y los espejos.
     Zaragoza limita con toda Limitación, con el frío y las voces
de las esquinas custodiadas por los tercos vendedores de iguales,
únicas voces permitidas, únicos gritos
golpeando las calles, únicos
y ciegos.
     Ciegos. 
     Abrid los ojos.
Julio Antonio Gómez






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