A PROPÓSITO DE MIGUEL HERNÁNDEZ
Ha sido una grata sorpresa escuchar a Pío García en el Senado mientras leía a Miguel Hernández en el contexto de su discurso en defensa de las corridas de toros. Falta le hace a esta Cámara , al igual que a la otra, algo de poesía, aunque sea para que, al menos en algún momento, se olvide tanto lenguaje de bronca, tan excesiva farfolla tecnocrática que convierten en insufribles la mayoría de las intervenciones. “Como el toro estoy marcado por un hierro infernal en el costado…” Quien le iba a decir al poeta de Viento de Pueblo, al intelectual comunista que sufrió en sus carnes la persecución de la derecha, que un siglo después de nacer iba a ser elogiado en el Parlamento y encima por los conservadores. “Como el toro me crezco en el castigo, la lengua en corazón bañada y llevo al cuello un vendaval sonoro”. A mí me parece una gran noticia que la derecha asuma la poesía de Miguel Hernández como patrimonio nacional que es y pese a que fuera un combatiente de la izquierda. Sé que habrá mucha progresía rasgándose las vestiduras por considerar que se está utilizando al poeta con fines exclusivamente políticos y de corto alcance, cuando hay bronca con el asunto en Cataluña, que “casualmente” está en precampaña electoral. Muchos puristas de la poesía de Hernández y entendidos del toreo podrán argüir que el poeta se identificaba más con el drama y la tragedia del toro que con la gloria del torero. Y pensarán que la utilización de sus poemas realizado por el portavoz popular a favor del festejo es espuria. No deja, por otro lado, de tener un tufillo oportunista que el PP pretenda ahora reconciliarse con los intelectuales de izquierda, -García Escudero citó a Hernández, a Alberti y a Picasso- precisamente una semanas después de que los llamados artistas de la ceja –los que hicieron campaña a favor de Zapatero en 2008- hayan avalado públicamente la huelga general contra el presidente. No olvidemos que no hace mucho el PP quería también presentarse como el partido de los trabajadores... Pero sea como sea, gracias a ese inesperado recital parlamentario, hoy sería uno de esos días en los que me siento a gusto en este país. (Aunque reconozco que a mí nunca me gustaron los toros).
A solo unos escaños de García Escudero estaba sentado Manuel Fraga Iribarne, que no se pierde sesión alguna, y que escuchaba atentamente a su portavoz parlamentario cuando leía los versos del poeta. Don Manuel anda ya muy mayor pero siempre gozó de buena memoria. Es posible que esta mañana recordara como se perseguía y censuraba la obra del poeta por todo un equipo de censores y propagandistas cuando él era ministro de Información y Turismo. En la magnífica exposición que se acaba de inaugurar en la Biblioteca Nacional sobre el poeta, “La sombra vencida”, hay una pieza especialmente curiosa, muy expresiva de la saña, el desprecio y el odio que empleó el franquismo durante décadas en la represión de la cultura de los vencidos. Se exhibe una carta de 18 de mayo de 1967 – veinticinco años después de la muerte de Miguel Hernández- en la que el director general de seguridad de la época, Eduardo Blanco Rodríguez, envía al “querido y respetado ministro” don Manuel Fraga Iribarne unos escritos que ha localizado del poeta, unas “perlas” dice, “de la más pura autenticidad y nacidas y criadas en el clima de degradación espiritual que constituye la poesía de Miguel Hernández, ídolo de nuestros rebeldes de hoy”. Luego llama bellaco al poeta y recuerda que su suegro – un Guardia Civil- fue “asesinado por los rojos aunque no por ello la viuda de Miguel –Josefina Manresa- haya pasado a nuestro campo”.
En amplios sectores de la izquierda se ha considerado tradicionalmente a Fraga como el último eslabón del franquismo. Aunque yo prefiero considerarle como un enlace, una alianza de oro entre la Constitución –de la que ejerce justa paternidad compartida- y la rancia derecha procedente del anterior régimen. Seguramente sin la generosidad, el esfuerzo y la apuesta por la democracia de hombres como él, igual que por el sacrificio de tanta gente de la izquierda, sería impensable –aún no salgo de mi sorpresa- que un portavoz de la derecha leyera a Miguel Hernández en el Parlamento, aunque haya habido que esperar tanto.
En esa línea de justicia, al reconocer la excelencia sin importar la referencia ideológica, en esa reconciliación con nuestra historia y nuestra cultura, con nuestra memoria histórica, sería importante qué el PP fuera entonces consecuente. Que dejara de poner trabas a la apertura de fosas en la que los restos de muchos represaliados de la Guerra Civil siguen aún enterrados en el más absoluto anonimato. Deberían atender a las peticiones para que colaborara en la rehabilitación moral de tanto ajusticiado y de tanto condenado por la dictadura. ¿Por qué el PP no rompe su doctrina oficial y asume de una vez que reconciliarse con el pasado no es revivir el enfrentamiento sino cerrar definitivamente heridas? Para ser creíbles del todo Pío García Escudero y los suyos deberían de apoyar que se pida la declaración de nulidad de pleno derecho y la inexistencia jurídica de las condenas vomitadas por los siniestros tribunales de Franco. Algo que por cierto ha hecho la fiscalía que solicita al Supremo la nulidad de la sentencia por la que se condenó a muerte a Miguel Hernández…
Publicado en Diariocrítico.com
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